Sigo con la serie de sesquidécadas que comencé el mes pasado, es decir, una selección de las lecturas de hace exactamente quince años. Este ejercicio lúdico-bloguero me lleva a curiosas reflexiones:
- Soy un lector caótico: en pocos días tengo apuntadas las lecturas del Génesis y Éxodo (La Biblia), La guerra de Jugurta, de Salustio y La cantante calva de Ionesco, por poner un ejemplo correspondiente a aquel mes lejano.
- He leído notables bodrios de los que apenas recuerdo nada (sobre todo, manuales y monográficos de filología)
- Los clásicos literarios han empezado a gustarme cuando tenía consolidada la competencia lectora, por lo que he tenido que revisitar algunas de mis lecturas del instituto.
- Algunas obras que me marcaron prefiero no volver a leerlas, por si acaso.
El buscón, de don Francisco de Quevedo. Pertenece a ese grupo de obras que tuve que volver a leer para valorar en su justa medida. Sólo un lector avis(p)ado es capaz de sacar lo mejor -y lo peor- de Quevedo en esta obra. Es un prodigio de agudeza, de humor, de sarcasmo, de ingenio. Muchos le critican la superficialidad como novela, pero olvidan lo difícil que resulta trazar un recorrido tan doloroso y a la vez tan divertido por la España del Barroco. A lo largo de los siglos, muchos plumillas han intentado parecerse a Quevedo, pero sólo han podido imitar su amargura o su mala baba: las filigranas lingüísticas de aquél son ya algo irrepetible.
Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante. Hay obras que uno nunca recomendaría a sus amigos, a menos que sean filólogos. Ésta es una de ellas, y también una de las que decía antes que no me atrevo a releer. Recuerdo haber leído con placer la prosa virtuosa de Cabrera Infante, la manera en que convertía la página en una especie de lienzo sobre el que trazaba pinceladas de palabras. Creo que fue uno de mis primeros escarceos en los aspectos lúdicos de la literatura (el bustrofedon, por ejemplo). Busco ahora entre sus páginas aquellos juegos que tanto me entretuvieron, pero me invade la sensación de déja vu, y lo dejo.
El Golem, de Gustav Meyrink. Hay en mi estantería un pequeño Golem de arcilla que custodia la peonza de los premios Espiral Edublogs (cuya edición 2009 ha comenzado ya y de la que hablaré más adelante). Había leído algunas cosas sobre la Cábala y el Golem en una revista de los años ochenta que se llamaba Cacumen. También me sonaba la imagen de la película del mismo nombre de Wegener. Así que leí la obra de Meyrink casi como si fuese un rito iniciático. Es una novela extraña, llena de sueños y delirios, pero que ofrece al lector el ambiente difuso y enigmático de la ciudad de Praga. El Golem esconde también una historia de palabras que no puede pasar desapercibida a quienes vivimos de la lengua: El rabino Loew escribe la palabra "emet" -verdad, en hebreo- para dotar de vida al ser de barro y, cuando se descontrola, borra la primer letra para dejar "met" -muerte-. Esos detalles, unidos al curioso formato con los cantos de las hojas negros de la edición que tengo, ha conseguido que sea uno de los libros rescatados del desván de los años.
Addenda: Ante la dificultad de ejercer de buen bloguero, doy las gracias a quienes se han acordado de mis escritos en distintos lugares:
Dejo en manos de cualquiera de mis visitantes habituales la continuación de esos premios que merecen por dedicar un poquito de su tiempo a estas páginas.
15 comentarios:
Ah, ¿pero hay lectores no caóticos? Me daría miedo tener que "sesquidequear" mis lecturas. Miedo y hasta vergüenza, por lo poco hortodoxas.
Choca esos cinco, con Quevedo y Cabrera Infante. No así con Meyrink.
¡Ay, la memoria..., ciega abeja de amargura...! Además de la entresaca que haces, me encanta el mimo con el que describes tus lecturas...
Casi siempre la lectura ha sido un placer... que se me dobla cuando leo lo que has leído o lo que lees.
Mi espíritu curiso (¿y cotilla?) se toma su desayuno y encuentra energía para navegarse el domingo...
¡Gracias, Antonio!
Y no, no he leído a Cabrera Infante, así es que me voy a atar al palo mayor y voy a resistir la tentación, que tengo algunas canas y no sé si resistiría un viaje con esas turbulencias... :)
Un abrazo.
Tal vez la relectura sea más excitante que la primera lectura. Yo soy un relector consumando y siempre he disfrutado más de las posteriores lecturas que de la primera.
Un saludo.
yo me lei el Golem en esa edición que sale en la foto...
y también creo, como Lu, que todo lector es caótico.
Yo ando ahora con mi serie de "tochos", los que ruedan entre los amigos españoles en Tirana, y le ha tocado a Kafka en la orilla, de Murakami.
Lu: Recuperar estas lecturas me ayuda a enfocar mis clases de literatura. Pretendemos, casi siempre, ligar la literatura al orden (cronología, géneros, temas, edades, etc.), cuando lo más jugoso de leer es hacerlo, como tú dices, sin orden.
Marcos: No resulta fácil hablar de lecturas sin caer bien en la reseña técnica, bien en la impronta nostálgico-subjetiva. Hago lo que puedo...
Jueves: No quisiera ser responsable de tus posibles conquistas o naufragios ;-)
Miguel: La Regenta, El buscón, Pedro Páramo, La Celestina, El Quijote, La vida es sueño... tantos clásicos que necesitaron una segunda visita para serlo realmente.
Isa: ¿A qué esa edición es un poco friqui (casi de novela pulp)? Suerte con tus tochos (me gustó bastante Tokio blues).
Te seguí en tu primera propuesta, y pude descubrir a Rulfo. Tampoco yo soy de relecturas, pero encontraré un hueco para releer El Buscón, que leí en mi ya lejanísimo 2º de BUP. Aunque estoy muy, muy ocupado con Una historia de amor y oscuridad de Amos OZ. Que me está entusiasmando.
Me ha gustado tu blog, principalmente por el hecho de que está destinado a la literatura... el mío también, mas o menos, supongo... ¿Me harías el honor? Sería un placer. Todo mi cariño y afecto, Au revoir!
El buscón es un gozoso experimento de crueldad e ingenio. Como Cortázar en El perseguidor. Una gran novela, que si bien no revolucionó el arte narrativo, sigue ofreciendo un mundo conceptista y burlesco sin parangón. Además visité en Villanueva de los Infantes la habitación donde murió Quevedo y lo tengo como uno de los míos. Soy de su banda. Me hubiera gustado ser amigo suyo.
Tres tristes tigres. No lo he podido leer. Guillermo Cabrera Infante me produce sopor. Probablemente sea problema mío. Pero que con su pan se lo coma. No me interesa lo poco que he leído de él.
El golem. Lo tengo y lo he perdido entre el trajín de libros y traslados. Pero tu referencia me hace desear leerlo. Espero hacerlo. Es un libro que compré y que no llegué a leer hace muchos años como el eterno y nunca leído Manuscrito encontrado en Zaragoza.
Yo hace quince años leía y releía Moby Dick y Dostoievski. ¡Qué placer leer con tiempo y sin obligaciones!¡Qué placer leer sin tiempo y con obligaciones! Un abrazo.
Me sonrojo un poco al confesar que cada vez leo menos (novelas), aunque cada día leo más (otros géneros). Me recuerda todo esto la teoría de Moreno Cabrera sobre el sesquilingüismo: en vez de dedicarle seis años a aprender una lengua prestigiosa podemos dedicar ese tiempo a aprender a comunicarnos en cuatro o cinco lenguas del entorno. Eso hago yo ahora con la lectura…
Serenus: También yo tomo nota de Amos Oz.
El caballero: Gracias por la visita. Tu blog es... diferente y con cierto toque finisecular que engancha.
Joselu: No sé si me gustaría compartir un café con el Quevedo de hoy (al que imagino como una mezcla de Francisco Umbral y Jiménez Losantos, pero escribiendo bien), pero es cierto que está a la altura de Cortázar en su experimentación literaria.
El manuscrito encontrado en Zaragoza lo leí también hace tiempo y me gustó, aunque hubo momentos en los que los vericuetos de narraciones superpuestas producían cierta desazón.
Patxo: Eres joven; aún tienes tiempo de arrepentirte y leer ;-)
Hola Antonio, ya soy mayorcita y leo pero no soy lectora y quiero serlo, ¿me puedes encarrilar en la vía de la lectura? Por favor, dime algún título a ver si me engancho. Gracias y perdona la osadía, pero creo que puedes ayudarme. Un saludo
Speedy: Es difícil recomendar lecturas sin saber nada del lector (en el aula, sólo me atrevo a partir del segundo trimestre o cuando conozco a los alumnos de otros años). En La Bitácora del Tigre, Eduardo Larequi se tomó la molestia de recoger en un Listado en PDF algunas de las lecturas que nos habían formado como lectores a los profesores. No es garantía para convertirse en buen lector, pero supone una cantera de la que extraer grandes obras.
Jo. Además de que da qué pensar cómo varía el nivel de lectura entre el alumnado, te hace fijarte en cómo pasa el tiempo. 1994-2009, 15 años y uno ni se da cuenta...
Antonio, muchas gracias por remitirme al listado de la Bitacora del Tigre; he ojeado la lista y ¡menos mal!, hay alguna coincidencia. ¿Te parece mal que te tome como un profesor particular? yo puedo ser una alumna repetidora. Siempre con respeto, un saludo
Por cierto he empezado por Pedro Páramo
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