El suplemento cultural de El País, Babelia, rinde tributo hoy al libro de bolsillo con algunos artículos interesantes bajo el título Refugio de bolsillo:
- Valor seguro, de Winston Manrique Sandoval
- Lecturas liliputienses, de Alberto Manguel
- Mundos en el bolsillo, de Antonio Muñoz Molina
- Novelas negras, novelas rojas, de Guillermo Altares
- A trallazos, de Rosa Mora
- Elegía cosaca, de Justo Navarro
No voy a extenderme aquí en lo que ha supuesto para muchos lectores de clase media el libro de bolsillo. La mayor parte de mi biblioteca está formada por esos libros de bolsillo que me han acompañado toda la vida. Ediciones de Alianza, Espasa, Bruguera, Rtve, Seix Barral, Plaza & Janés, Planeta, Ebro, Orbis, etc. han viajado conmigo en bolsillos, mochilas, carpetas, maletas... Recuerdo pocas ocasiones en las que no haya tenido un libro cerca. Es verdad que son libros que envejecen mal y son poco vistosos en las estanterías, pero también tienen el glamour de lo clandestino, de lo revolucionario.
Hace poco, en La bitácora del Tigre, Eduardo Larequi recordaba la colección Reno (y Jet) de Plaza & Janés, y lo hacía a través de Solzhenitsyn, un autor ruso. También es ruso Mijail Sholojov, el autor de El Don apacible, una novela de la que también habla este suplemento de Babelia. La editorial Debolsillo rescata esta novela río (nunca mejor dicho) en cuatro volúmenes. Es una novela ambientada en la revolución rusa, inmensa e inolvidable, de la que ya hablé en una lejana serie de rarilargos. Creo que disponer de esta edición en bolsillo es una buena oportunidad para disfrutar de una historia que no nos dejará indiferentes. Y si a alguien le apetece, también preparé hace años un breve ensayo sobre ella, que tiene casi el mismo sabor añejo que esas ajadas ediciones de bolsillo de mi biblioteca.
11 comentarios:
Después de leer esta mañana Babelia, se me han puesto los dientes largos con Sholojov, un autor que tengo pendiente desde que me lo recomendaron a los quince años. Tu artículo me ha dado el empujón que necesitaba para decidirme.
Por cierto, en el párrafo en el que me nombras hay un error de redacción que lleva a pensar que Iván Denisóvich es un autor, en vez del personaje de Sholzhenitsyn.
He clicado en la imagen que insertas para chafardear en tu biblioteca. Varios de esos libros los tengo yo, y me traen recuerdos de años en que estas editoriales eran de culto, y nos encantaba leer ensayos literarios sobre literatura, arte, política o religión. He hojeado también Babelia, pero lo que más me ha quedado ha sido la entrevista a Francisco Brines y la reedición del libro Las brasas que intentaré conseguir. A veces Babelia trae sorpresas como ha sido hoy.
Qué tiempos. Yo también conservo ejemplares de esas venerables ediciones; pero para mí, el verdadero libro de bolsillo de hoy es el móvil. Además, ir al instituto con las manos libres (sin cartera, mochila o lo que sea) me parece más relajante.
¡Ah, la nostalgia de los libros leídos! Muchos de los que citas amarillean en mi biblioteca. Muchos también, son hojas sueltas envueltas en las tapas de ediciones acordes a mi bolsillo de estudiante. Reposan desencolados y envejecen.
Yo le debo mi amor por la lectura a las ediciones de bolsillo. Es cierto que envejecen mal: los que yo tengo están amarilleados por el tiempo, estropedos por el uso, manchados de tinta o por alguna flor seca guardada entre sus páginas (guardo como un tesoro los Versos y oraciones del caminante, de Leon Felipe, emborronado y arrugado por un boligrafo roto en la mochila-), pero son libros que han sido leídos, que es lo mejor que le puede pasar a un libro.
Eduardo: Gracias por el aviso (imperdonable lapsus blogueri); ya está corregida esa metonimia involuntaria. Releyendo mis impresiones sobre el Don y sobre el soldado protagonista me ha recordado a la Canción de Hielo y Fuego (de la que acabo de leer Tormenta de espadas), sólo que estas peripecias son históricas.
Joselu: Tenía varias fotos para ilustrar la nota, con libros de Bruguera (y su gato) o los de Alianza, pero he mirado en lo alto y he visto esos saldos de la memoria y ahí están. Curiosamente, aparece una Literatura de la revolución bolchevique que me sirvió para conocer algo más de Sholojov.
José Luis: Pues yo no he conseguido "librarme" del libro de bolsillo. Ahora suelo utilizar libros juveniles para mis desplazamientos, para esperar en el médico o en la puerta del cole, pues no suelen requerir grandes dosis de concentración.
Lu: Con los libros me asalta el síndrome de Diógenes: no consigo desprenderme de ellos. Algunos los llevo al instituto, pero la mayoría reposan cada uno con su recuerdo en estanterías (a doble fila ya) o en cajas del trastero (¡qué dolor!).
Marian: Cada libro, una historia, un tiempo, un recuerdo. Al revisarlos ocurre que revives el momento en que los leíste y parece que puedas permanecer colgado en el tiempo. Otro día podríamos hablar de manías con los libros: guardar flores, doblar las esquinas de las páginas, anotar en lápiz...
Amarillos, desencuadernados, resisten el paso del tiempo y nos acompañan siempre.
Los del gato, Bruguera-Libro amigo (Libro de Manuel de Cortazar, comprado en 1984). Los de destinolibro. Réquiem por un campesino español, comprado en 1977 en la librería Espartaco de Cartagena, cuando vestía, según el artículo de Muñoz Molina, esos pantalones...que parecían exactamente diseñados para guardar libros.
Y, sobre todo, la Colección Austral, ante la que te podías pasar horas en aquellos interminables estantes de la desaparecida Librería Maraguat de Valencia. Después de leer esta entrada, me he fijado en ellos, tan desgastados, tan apretados, con Valle Inclán a la cabeza y durante un rato he liberado a Tirano Banderas, comprado en la también desaparecida Librería Fontanal de Valencia en noviembre de 1975.
Toni, tengo el mismo problema que tú mencionas: un síndrome de Diógenes que me hace guardar todos los libros sean de bolsillo o no; los apuntes de la carrera; los apuntes y fotocopias que he ido almacenando a lo largo de los años...
Este fin de semana me he acercado a Barcelona y paseando por sus calles me encontré en Aragón -esquina Balmes- una montaña de libros de texto. Cual don Quijote salvé de la pira un viejísimo manual de Historia de España y una docena de aquellos cuadernitos de Rubio, que volarán hacia Bilbao. Lo siento, esto empieza a ser preocupante...
Evaristo: Creo que la librería París-Valencia debería honrarme con una placa en la puerta (imagino que como a muchos otros lectores valencianos) por la cantidad de libros de saldo con los que he abastecido mi biblioteca. De algunos de ellos sólo queda polvo, mas polvo enamorado.
Marcos: Tendríamos que formar, igual que los actores, "La casa del lector", una mezcla de asilo y librería de viejo en la que terminar nuestros días como ratones de biblioteca.
Para mí cada libro tiene su historia. Y cuando dejo un libro en la estantería, al cabo de un cierto tiempo, me gusta volver a mirarlo, tocarlo, manosearlo, hojearlo, olerlo... y mis recuerdos se refuerzan, y me entran renovadas ganas de leer...
Un saludo
¿Qué hubiera sido de mí sin aquellos Libros de Bolsillo de Alianza y Bruguera? Con Babelia no suelo ir más allá de la fugaz hojeada ojeada, pero gracias a tu post mereció la pena entretenerse un poquito. Felicidades por el blog, un saludo.
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