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12 diciembre 2022

Buscando respuestas en el infierno

Demonios, una novela de medias verdades.

No es fácil reseñar la novela demonios de Javier Vicente Moreno sin desvelar algún elemento esencial de su trama. No se trata de una novela de intriga ni tampoco un drama amoroso que pueda desmontarse si salen a la luz los detalles que el lector desconoce. Pero en el fondo sí que se trata de un drama amoroso con intriga, aunque también podría decirse que es una comedia negra con tintes fantásticos. En mi opinión, esa es la gran virtud de esta obra de Javier Vicente: conseguir que la tragedia se disfrace de comedia a través de un hábil narrador que maneja los hilos de una trama llena de recodos y habitaciones sin visitar. El juego de puntos de vista articula esas zonas de luz y sombra con maestría, dejando al lector a merced de un narrador demiurgo, que administra con rigor y crueldad los datos precisos para descubrir la gran pregunta, esa pregunta que lleva al protagonista a su particular descenso a los infiernos. Se puede apreciar que me gusta el narrador, creo que es el gran logro de la novela, más allá incluso de sus personajes poliédricos y esquivos. He intentado buscarle antecedentes a ese tono erudito, soberbio y socarrón que se gasta en bastantes ocasiones, un estilo que recuerda un poco a Eduardo Mendoza y otro poco a John Kennedy Toole: esa mezcla de lo ácido, lo cómico y lo sórdido están ahí presentes. Por supuesto, hay mucha literatura clásica detrás, referentes que no es necesario desgranar, desde la mitología o la epopeya, hasta la novela decimonónica. Sin embargo, esta intertextualidad se encuentra diluida en una prosa ágil y esmerada, una prosa que busca continuamente la complicidad del lector, de ese lector que es capaz de disfrutar por igual de la sobriedad de Baroja que de la riqueza de Luis Martín-Santos. Así pues, demonios es una novela que merece la pena leer, una primera novela de un autor que tiene mucho que contar y que sabe hacerlo bien. Es una novela sin moralejas pero con mensaje: la verdad es demasiado compleja como para ser única, y mucho más si la confiamos a la memoria. En cuanto a los demonios, conviene que cada uno tengamos a mano la pregunta adecuada por si, de repente, llega el momento de pedirles explicaciones, porque el cielo puede esperar, pero el infierno, no.

Página web de la editorial Saralejandria: demonios

10 diciembre 2022

Vuelve #poema27... y son ya 15 ediciones


Por diciembre vuelve el acontecimiento poético por excelencia: #poema27, y este año se cumplirán 15 desde que inicié en este blog, con ayuda de muy buenos colegas esta llamada poética. Para los más despistados, hay que recordar que esta cita anual celebra el acto fundacional de la Generación del 27, cuando en los próximos días 16 y 17 de diciembre se cumplan los 95 años del encuentro de algunos autores de ese movimiento literario en el Ateneo de Sevilla. Este aniversario poético lo celebramos llenando la red de poemas y versos de aquellos poetas. Cada año, docentes, alumnado y aficionados a la poesía en general, se suman a esta invitación y comparten en redes sus poemas o versos preferidos.

Así pues, a lo largo de esta semana podéis publicar cualquier homenaje poético en los blogs, en Facebook, en Instagram y, por supuesto, en Twitter, bajo la etiqueta #poema27. La nómina de autores es bastante extensa y podéis encontrar suficientes poemas de ellos en la red, sin olvidar a las mujeres de la Generación, esas olvidadas que tímidamente asoman en los últimos años bajo la etiqueta de Las sinsombrero, como si necesitaran unirse para ser escuchadas tantos años después. Es también una oportunidad para llenar las aulas de poesía y para jugar en familia con la narrativa digital. Os dejo unos ejemplos y variados enlaces al final por si queréis investigar. Para el aula se pueden repartir poemas (por ejemplo, esta antología del 27), para ser grabados en podcast o vídeo de manera voluntaria. ¿Os animáis?


Mis homenajes:
Año 2017: Al final de la tarde (Ernestina Champourcín)
Año 2016: Underwood girls (Pedro Salinas)
Año 2015: La tarde... Josefina de la Torre
Año 2014: Dos poemas y más
Año 2013: Canción que nunca pone el pie en el suelo (Rosales)
Año 2012: Al oído de una muchacha (Lorca)
Año 2011: Amor oscuro (Altolaguirre)
Año 2010: Cernuda y Morente
Año 2009: Cernuda

Sesquidécada: diciembre 2007


La literatura de terror no es mi género preferido, aunque sí que he disfrutado muchísimo con autores como H.P. Lovecraft, Richard Matheson, Robert Bloch o los clásicos como Poe o Maupassant. En diciembre de 2007 me acerqué a un autor relativamente actual que me habían recomendado: Clive Barker, cuyos Libros de sangre protagonizan esta breve sesquidécada. Se trata de un conjunto de relatos de terror variados y originales, que combinan el horror con el suspense, en unas tramas ágiles e inquietantes. Estan recogidos en diversos volúmenes, pero os recomiendo que os acerquéis al primero y echéis un vistazo primero, no sea que el miedo se apodere de vosotros y no tengáis ánimo de seguir con el resto (aquí podéis leer uno de ellos). En serio, vale la pena su lectura y creo que incluso algunos de ellos se han convertido en película o serie. 

Tengo asimismo anotadas en mi registro un par de comedias de Plauto, supongo que para contrarrestar el pánico: también para eso sirven los clásicos.   

27 noviembre 2022

Sesquidécada: noviembre 2007


De aquel mes de noviembre de 2007 tengo dos lecturas de didáctica, una de T.W. Moore y otra de Fernando Savater, que apenas recuerdo, y otras dos obras que reseñaré brevemente en esta sesquidécada.

La primera es un breve ensayo de Noam Chomsky e Ignacio Ramonet, Cómo nos venden la moto, que supongo que conoceréis. Es un librito fácil de conseguir y de leer, que explica cómo actúa la propaganda sobre nosotros a través de los medios de comunicación dependientes de intereses económicos y políticos. Se trata de una obra de 1995, que casi treinta años después sigue teniendo la misma vigencia. Han cambiado los canales y se ha diversificado la manera de difundir y recibir la información, pero las estrategias siguen siendo las mismas. Merece la pena releerlo de vez en cuando.


El otro libro es un clásico de Galdós, Marianela, una lectura que hemos usado alguna vez en 4º de ESO. Es una obra que resulta interesante recuperar, porque tiene diversos niveles de lectura y aporta una visión muy rica de lo que era la sociedad de finales del siglo XIX, pero también da pistas de lo poco que hemos cambiado en ciertos aspectos como la caridad o la justicia social. 


05 noviembre 2022

Sesquidécada: octubre 2007

Es difícil rastrear el momento exacto en el que uno se aficiona a un género. Aunque suele leer de todo, la novela policíaca nunca había sido mi pasión, pero creo que hace más o menos 15 años, los que recuerdan estas sesquidécadas, empecé a formalizar mi relación con los clásicos del género negro. En este mes de octubre aparecen dos de ellos.

El primero es Los mares del sur, uno de los libros de la saga de Pepe Carvalho, el detective eterno creado por Manuel Vázquez Montalbán. No es la primera novela de la serie, pero quizá es la más conocida por haber recibido el premio Planeta en 1979. El contraste entre los barrios altos y los bajos fondos de Barcelona acompañan al lector en una intriga por las pasiones y por la historia más o menos reciente de nuestro país. Las novelas de Vázquez Montalbán (y las de otros de su generación, como Marsé o González Ledesma) permiten acercarnos a los pequeños detalles que no se cuentan en las enciclopedias, como si viajásemos en el tiempo y pudiéramos asomarnos por las ventanas de la España gris de los años 60 y 70. Muy recomendable.  

Otro clásico del género es La dama del lago, de Raymond Chandler. Tal vez esa afición por el género que reconocía arriba se deba en parte a aquella colección de quiosco que venía con el diario El País, con novelas imprescindibles y autores que no había leído jamás, pero que, a partir de entonces, se convirtieron en favoritos. Libros de baja calidad material (qué podemos pedir por un euro que costaban) pero exquisita calidad literaria. Libros que han acabado en la biblioteca del instituto o en las librerias de saldo, porque uno ya no cabe en casa. La novela de Chandler está protagonizada por otro detective inolvidable: Philip Marlowe. Novela negra estadounidense, novela que se impregna también con las adaptaciones cinematográficas, con las caras de actores que acaban adueñándose de los personajes. Cine y literatura, drama y pasión, dinero, poder, sexo... La vida en blanco y negro.

Finalmente, para mi grupo de 2º de bachillerato elegí como lectura una selección de cuentos de Julio Cortázar: La autopista del sur y otros cuentos. En aquellos años no había literatura en Selectividad, así que aproveché la oportunidad que brinda el relato breve de Cortázar para acercarlos a la literatura de calidad. Cada quince días leíamos y comentábamos alguno de los relatos del libro, y les ofrecía en el blog adaptaciones o versiones sobre ellos. Era días de lecturas y tertulias que permitían un descanso en el ritmo frenético de ese nivel. Creo que ahora no lo podría hacer, y es una pérdida para mí y también para mis estudiantes, porque las aulas están hechas para leer obras, no para estudiar teoría sobre ellas.
 



25 septiembre 2022

Sesquidécada: septiembre 2007

Compruebo un año más que las lecturas de septiembre suelen ser ligeras, de poca consistencia y calado, quizá por la necesidad de hacerlas compatibles con los intensos arranques de curso. Los meses de septiembre no están las cabezas para pensar mucho, no está el cuerpo para digerir literatura seria, larga, frondosa, críptica... Así coinciden en estos meses lecturas juveniles, género policíaco, libros de relatos... Os dejo en esta sesquidécada algunos de aquellos libros de hace quince años.

Grimpow es una novela de Rafael Ábalos que se sumó a la fiebre por las aventuras fantásticas y de misterio de la época (al estilo Laura Gallego, El nombre de la rosa o incluso el Código da Vinci). Una novela destinada a un perfil muy específico de lector y que tuvo bastante impacto entre los lectores jóvenes del momento. Creo que con las nuevas narrativas actuales no vale la pena recuperar este tipo de novelas que tuvo su importancia para la fidelización de lectores en su día, pero cuyos ingredientes han perdido la vitalidad que los mantuvo en el escaparate.



En las antípodas se encuentra el clásico Cuatro corazones con freno y marcha atrás, de Enrique Jardiel Poncela. Me animé a leerlo por mi afición al humor de Jardiel y en un intento de proponer lecturas teatrales en 4º de ESO (donde seguía mandándose Bajarse al moro). A pesar de ser una obra divertida para mi gusto, entendí que resultaba demasiado alejada del público joven del momento y que su valor cómico se diluía tanto que no compensaba ese esfuerzo (creo que finalmente opté por La visita del inspector, de la que ya he hablado aquí). Más allá de su abordaje en el aula, sigo pensando que Jardiel Poncela es un autor injustamente arrinconado por la crítica.


Por último, dejo constancia de un libro de cuentos de Robert E. Howard, La piedra negra y otros relatos, una antología de un autor imprescindible en el género del horror sobrenatural. Autor maldito, discípulo de Lovecraft y digno sucesor de sus tramas y traumas, Howard mantiene en sus relatos esa angustia del miedo primigenio, del terror telúrico heredero de los mitos de Cthulhu. Una lectura solo para aficionados al género, apasionados de la oscuridad y de ese halo de fría humedad de las costas de Nueva Inglaterra. 

28 agosto 2022

Sesquidécada: agosto 2007


Reconozco que, en estas sesquidécadas, hay meses en los que me apetecería viajar en el tiempo para disfrutar de algunas lecturas como si fuese la primera vez. En un verano de hace quince años se cruzaron algunas de ellas como en una conjunción mágica para dejarme un buen mar de recuerdos.

Creo que El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, no necesita muchas reseñas. Es una novela magnífica, muy diferente de Cien años de soledad en el planteamiento, pero igual de exquisita en su lenguaje y en la capacidad sugestiva de su prosa. Fermina Daza y Florentino Ariza se convierten gracias a García Márquez en dos referentes literarios de la talla de Ana Ozores y Fermín de Pas, personajes difíciles de olvidar, igual que son difíciles de olvidar muchas de las frases que han acabado convertidas en aforismos de Facebook o Twitter. Tal vez hayáis visto la película (*) y no os haya convencido: tratad de olvidarla y acercaos a disfrutar de la novela sin prejuicios. Merece la pena.


También tiene película, esta sí de buena calidad, la otra novela reseñada en este mes: El sueño eterno, de Raymond Chandler. El detective Phillip Marlowe se enfrenta a un caso de chantajes, desapariciones, crimen y mujeres fatales, todos los ingredientes de la buena novela negra. Creo que fue por esta época cuando comencé a aficionarme a este género, empezando por los clásicos, como este de Chandler, para ir leyendo a los autores más recientes. También descubrí que la novela negra es un magnífico antídoto contra el aburrimiento y contra el "atasco lector", esa sensación de no saber qué leer o de estar cansado de libros demasiado intensos. Así que, en mis cortos veranos, continúo leyendo novelas policíacas para desestresarme.


La última reseña es de Matadero cinco, de Kurt Vonnegut, una obra extraña, polisémica, a la que llegué después de los dos novelones anteriores, y a la que quizá por ello no presté la debida atención. Recuerdo muy poco de su lectura, salvo que me dije que tenía que volver a leerla en algún otro momento, porque detecté que había un fondo satírico al que no estaba llegando y que merecía una segunda oportunidad. Casualmente, igual que en las anteriores, hay también película, pero no la he visto, así que no puedo opinar.


(*) La película, protagonizada por Javier Bardem y Giovanna Mezzogiorno, es incapaz de escapar de todo lo tópico y accesorio de la trama amorosa de la novela. Más interesante me parece ver Serendipity, protagonizada por John Cusack y Kate Beckinsale, una película en la que esta novela, como libro-objeto, se convierte en un referente para una divertida historia de amor.

30 julio 2022

Sesquidécada: julio 2007

He revisado mis lecturas de hace quince años y me ha apetecido volver por un momento a aquel verano del 2007 y experimentar como nuevas las sensaciones asociadas a algunas de aquellos libros. Creo que los tres que he seleccionado para esta sesquidécada siguen siendo hoy tan buenas novelas como lo fueron en su momento, así que quizá también a vosotros os sirvan en el caso de no saber qué leer en estas vacaciones. 

La primera es ya un clásico: Tokio blues, de Haruki Murakami. Más allá de la broma de quedarse siempre a las puertas del Nobel, este autor me marcó en su momento con una novela extraña y cercana a la vez, algo complicado para un lector occidental poco acostumbrado a la literatura japonesa. Recuerdo que acabé de leerla y estuve varios días con esa sensación de haber disfrutado de una obra destinada a permanecer en el tiempo, como creo que finalmente ha sido. Curiosamente, he intentado en alguna ocasión volver a leer algo de Murakami y no me he decidido nunca a acometerlo, no sé si por miedo a perder aquella sensación de mi primera lectura o simplemente porque no ha llegado todavía el momento. En cuanto a Tokio blues, no voy a desvelar nada: os animo a que os metáis en ella con la inocencia del profano. 


Mi afición por Luis Landero viene de largo, cuando caí seducido por una novela inicial, Juegos de la edad tardía, que permanece en el olimpo de mis novelas preferidas. Luego he leído casi todo lo que ha ido publicando, pero a mí me parece que es difícil superar aquella primera novela (quizá de ahí mi miedo a engancharme a Murakami). En julio de 2007 leí Hoy, Júpiter, una obra que, sin ser excelente, proporciona al lector el agradable deleite de una prosa cuidada y un argumento volcado en los recuerdos de una infancia rural. El mérito de Landero en esta novela y en otras similares consiste en convertir en literatura nuestra nostalgia sin caer en la idealización ni el sentimentalismo. Basta con leer y asentir, con leer y revivir. 

La última novela es La conjura contra América, de Philip Roth, una distopía política basada en acontecimientos históricos. La novela narra desde el punto de vista de la familia Roth los acontecimientos políticos durante la supuesta presidencia de Charles Lindbergh, que ha derrotado a Roosevelt. En esa situación se va acrecentando en los Estados Unidos el antisemitismo y el supremacismo, unas ideas que históricamente encajan en el personaje de Lindbergh, que fue en su momento portavoz del comité Estados Unidos Primero (America First Committee), ¿os suena? Es una novela muy interesante, a la que me gustaría volver en algún momento, porque intuyo que en ella aparecen muchos elementos que se han materializado en los últimos años, no solo en Estados Unidos. 

Con esto, os deseo un feliz verano. Buenas y frescas lecturas.

25 junio 2022

Sesquidécada: junio 2007


Tres novelas extrañas se asoman a esta sesquidécada. La primera de ellas es Guapa de cara, de Rafael Reig. Se trata de una historia de búsqueda en la que se mezcla el misterio, lo irreal y la distopía urbana. Quizá demasiados ingredientes para una obra que no pretende ser ambiciosa y que se queda en eso, en un divertimento. Rafael Reig era uno de mis escritores preferidos entonces, más por los artículos de prensa que por las obras largas, aunque siempre tenía momentos de prosa brillante que merecían su lectura. Creo que esta novela se puede leer hoy como un ejercicio de crítica literaria para asomarse a las experimentaciones que abrieron paso a la narrativa actual. Bueno, tal vez, rescatar el Madrid inundado de canales sea también una buena manera de reflexionar sobre la libertad de las terrazas.

También producto de su época es Una noche de perros, de Hugh Laurie, el célebre doctor House, la serie televisiva. Se trata de una novela negra que aborda con bastante éxito algunas de las claves del género. Sin entrar en la originalidad o en su trascendencia, es una novela que se lee con agilidad y que tiene sus momentos interesantes. Se le puede dar una oportunidad.


Por último, recomiendo, esta vez sí, sin concesiones, la novela autobiográfica de Mohammed Chukri, El pan desnudo (o la traducción en català que leí: El pa de cada dia). Como una versión del Lazarillo moderno, el protagonista tiene que sobrevivir a una infancia dura en las calles de diversas ciudades norteafricanas. Un relato duro, intenso, lleno de miseria pero también de valentía y un punto de esperanza. De las tres novelas de esta sesquidécada, la única llamada a convertirse en un clásico.

27 mayo 2022

Sesquidécada: mayo 2007

Ayer, sin ningún ruido ni alboroto, cumplió dieciséis años este blog. Hubo años en los que esto fue motivo de júbilo y celebración, porque siempre había multitud de colegas con quien compartir estos pequeños triunfos de la escritura contra el olvido. Ahora quedan pocos lectores de blogs y menos escritores, al menos en lo que fue la blogosfera educativa. Justamente hoy he compartido unas felicitaciones con mi amigo Iñaki Murua, cuyo blog también cumple años. No somos la Resistencia, ni viejas glorias, ni nostálgicos de un tiempo mejor: somos unos artesanos de la reflexión a pequeña escala, breves islas en la marea agitada de ruido y furia de las redes sociales. Este blog ha quedado reservado a los cuatro amigos que os pasáis por aquí a comentar de vez en cuando, amigos con los que a veces intercambio algunas palabras de solidaridad. En ese sentido, vale la pena seguir escribiendo aunque solo sean algunos artículos sobre educación, alguna memoria del curso y estas sesquidécadas que mantienen la rutina de una escritura más o menos fiel.

Y en esta recuperación de lecturas de mayo de 2007, tengo dos libros muy diferentes para recomendar. El primero es un libro de viajes, o de periodismo, o de historia, o de ensayo, o de todo un poco. Se trata de El Imperio, de Ryszard Kapuściński. Es un delicioso viaje por la extinta Unión Soviética, con tres partes diferenciadas, una antes de la disolución de la URSS, otra en plena ruptura del muro de Berlín y la última en los primeros años 90. Kapuściński es un autor imprescindible, cuya mirada sagaz permite al lector empaparse de las vidas de los retratados, impregnarse de los paisajes atravesados. También aporta las claves para entender el porqué de las alegrías y miserias que rodean a los protagonistas de sus reportajes. Como decía antes, no es solo periodismo, es también historia y sobre todo humanidad, porque hay un humanismo comprometido detrás de cada escena y de cada relato. Un gran libro, como casi todos los que he leído de este autor.

El segundo título escogido es Eskoria, de Alfredo Gómez Cerdá, una novela sobre acoso juvenil que anticipaba con bastante tino algunos temas que habrían de venir multiplicados en años venideros: acoso, intentos de suicidio... La novela es ágil y creo que sigue siendo válida para niveles de 2/3 ESO actuales. En aquellos años, recuerdo que la recomendaba bastante y que incluso algún alumno la reseñó en el blog de aula. Ahí queda, por si a alguien le resulta útil.


P.D: Acabo de ver que esta es la nota número 800 del blog, así que parece que tengo motivos para un poco de fiesta y alboroto. Descorcharé algún libro para celebrarlo ;-)

14 mayo 2022

La educación en la encrucijada

Poco antes de la pandemia tuve la ocasión de visitar la exposición La Nueva Educación, un recorrido por lo que supuso el Instituto-Escuela de la Institución Libre de Enseñanza, en el centenario de su fundación. Nuestro instituto, el IES Bovalar, estaba representado en esta exposición con algunos de los proyectos que en aquel curso se habían desarrollado en las aulas y que ejemplificaban en parte el espíritu de renovación y reforma educativa que habían impulsado Giner de los Ríos y los suyos. Tuve ocasión entonces de conocer algunas de las interesantes experiencias y actividades que se promovían en la ILE heredera de aquella y en la Fundación Giner de los Ríos

Por eso, cuando hace poco se pusieron de nuevo en contacto conmigo para una mesa debate sobre evaluación, en un ciclo denominado La educación en la encrucijada, no tuve dudas y acepté encantado. Estas charlas se organizan en colaboración con el Capítulo Español del Club de Roma, y tienen lugar en la propia sede de la ILE, en un entorno histórico singular, la reformada casa en la que, en 1884, Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío instalaron la sede de la Institución Libre de Enseñanza, una quinta ajardinada en las entonces afueras de Madrid, y hoy en pleno paseo del General Martínez Campos. 

En la mesa debate, que llevaba por título Evaluar el aprendizaje, medir el rendimiento, moderada por Luis Lizasoain (Universidad del País Vasco), participé junto con Analía Leite, profesora de la Facultad de Educación de la Universidad de Málaga. Tras la presentación del vicepresidente del Club de Roma y de Luis Lizasoain, los ponentes resumimos en unos quince minutos nuestras reflexiones sobre la evaluación y el aprendizaje, para dar paso posteriormente a un coloquio en el que se respondían las preguntas del público presencial y online. Aquí podéis ver el vídeo del encuentro: 

Debo agradecer a los organizadores la oportunidad de darnos voz a un centro público de Secundaria y también el trato cordial y amable, tanto del Capítulo del Club de Roma como de la Institución Libre de Enseñanza, con especial mención a Carlos Wert y Celia Armenteras, que me dieron ocasión de alojarme en la Residencia de Estudiantes y cumplir así con el sueño de cualquier filólogo o enamorado de la Generación del 27.  



28 abril 2022

Sesquidécada: abril 2007

Creo que hasta aquel abril de 2007 no había leído nada de Paul Auster, así que la lectura de Tombuctú fue un bautismo bastante acertado. Es una novela corta, focalizada en el punto de vista de un perro callejero, Míster Bones, que es la excusa ideal para mostrar la realidad del mismo modo en que lo hacían Cipión y Berganza de Cervantes, con la mirada escéptica de un animal desarraigado. El estilo de Auster es, además, muy personal, algo que pude descubrir con lecturas posteriores. Lectura breve muy recomendable.

También protagonizan esta sesquidécada dos obras orientadas a jóvenes lectores. El anillo de Irina, de Care Santos, es una novela deliciosa que aúna la pasión por la lectura con el despertar de los amores juveniles. Es también un acercamiento a la literatura rusa a través de sus figuras y obras más destacadas, utilizando recursos de la trama que evitan caer en el didactismo que a veces lastra estas obras juveniles. Una novela recomendable para alumnos de 15 o 16 años a quienes les guste leer y que quizá descubran nuevos alicientes para acercarse a la literatura adulta.


El último libro seleccionado para esta sesquidécada es una obra divulgativa sobre leyendas urbanas. En aquel tiempo se pusieron de moda estas historias truculentas que todo el mundo había oído y que muchos incluso conocían por haberle pasado a alguien muy cercano. Más allá de la chica de la curva, en Tened miedo, mucho miedo, de Jan Harold Brunvand, es un compendio interesante de leyendas absurdas, terroríficas, desconcertantes y sorprendentes que pueden hacer las delicias de los difusores de bulos. También sirve para entender lo fácil que resulta engañarnos y dejarnos arrastrar por supersticiones y falsos miedos. Interesante y divertida.

12 marzo 2022

Sesquidécada: marzo 2007

Mi regalo de cumpleaños en marzo de 2007 fue un libro que me ayudó bastante a situarme en mi mundo profesional. Ese libro es El profesor, de Frank McCourt, y protagoniza en exclusiva y con honores esta sesquidécada.

No nos tenemos que engañar: se trata de una ficción autobiográfica del autor centrada en su vida como docente en diversos institutos estadounidenses. También recoge algunos recuerdos de su etapa como estudiante en Irlanda. No es un manual de pedagogía y tampoco es un libro de memorias fiable, como corresponde a una obra de ficción. Muchos episodios están claramente novelados para darles emoción o intriga, otros son demasiado anecdóticos como para poder generalizar. Pero el libro de McCourt sirve para sacar varias conclusiones: primera, que ningún tiempo pasado fue mejor, y segunda, que dedicarse a la enseñanza es un oficio complejo que no se resuelve con cuatro recetas. En mi caso, como he dicho al principio, me ayudó a descubrir que lo que pasaba en mis clases, en aquellas clases de un centro de difícil desempeño, no era algo que me ocurriese a mí solo. También me ayudó a situarme ética y profesionalmente ante una realidad que trascendía a lo educativo, una realidad complicada que abarcaba al contexto sociofamiliar del alumnado, una realidad que no se podía dejar de lado. Por eso, mientras releía algunos fragmentos esta semana, me he vuelto a encontrar con aquella sensación de ejercer uno de los trabajos más fascinantes y complicados, un trabajo que va mucho más allá de entrar en una clase y soltar el rollo de siempre. Por eso vale la pena seguir en esto, por todas esas pequeñas historias que hay detrás de cada clase, de cada alumno, de cada curso. Porque ser docente, ser un docente que se preocupa por su alumnado, te daría para escribir no una novela, sino una saga completa, la gran tragicomedia educativa.

Os dejo a continuación algunos fragmentos destacados. 

Las universidades puedes dar la clase leyendo sus apuntes viejos y manoseados. En los institutos públicos de secundaria jamás podrías hacerlo así. Los adolescentes estadounidenses son expertos en los trucos de los profesores y, si intentas embaucarlos, te paran los pies. (...) Hacer frente a docenas de adolescentes todos los días te hace poner los pies en la tierra. A las ocho de la mañana a ellos les da igual cómo te sientas. Piensas en el día que tienes por delante: cinco clases, hasta 175 adolescentes americanos, volubles, hambrientos, enamorados, angustiados, excitados, enérgicos, desafiantes. No hay escapatoria. Estan allí, y tú estás aquí, con tu dolor de cabeza, tu indigestión, con ecos de la discusión que has tenido con tu cónyuge, con tu amante, con tu casero, con tu hijo insoportable que quiere ser Elvis, que no agradece nada lo que haces por él. Anoche no pudiste dormir. (...) Si levantas la voz o les hablas en tono cortante, los pierdes. Así es como les tratan en general sus padres y los centros educativos, alzándoles la voz y en tono cortante. Si ellos contraatacan con la ley del silencio, estás acabado en el aula.

El Departamento de Lengua Inglesa se reunía en un aula todos los meses de junio para leer, evaluar, calificar el examen final del estado de Nueva York en lengua inglesa. Apenas la mitad de los estudiantes lo aprobaban. A la otra mitad había que ayudarlos. Intentábamos hinchar las notas de los suspendidos desde los cincuenta y tantos puntos sobre cien hasta los 65 que se exigían para aprobar.

Llevo 10 años ejerciendo la enseñanza tengo 38 años y si debiera valorarme a mí mismo diría: estás dando de ti lo que puedes. Hay profesores que enseñan y les importa un pedo de violinista lo que piensan de ellos sus alumnos. El temario es rey. Estos profesores son poderosos. Dominan sus aulas con una personalidad respaldada por la gran amenaza la del bolígrafo rojo que escribe en el boletín de notas el temido suspenso. Lo que dan a entender a sus alumnos es: “soy vuestro profesor, no vuestro orientador, ni vuestro confidente, ni vuestro padre. Enseño una asignatura: la tomáis o la dejáis”

Descubre qué es lo que te gusta y céntrate en ello. A eso se reduce todo. Reconozco que no siempre me gustó enseñar. Estaba perdido. En el aula estás solo, un hombre o mujer, ante cinco clases todos los días, cinco clases de adolescentes. Una unidad de energía contra 175 unidades de energía, contra 175 bombas de relojería. Y tienes que buscarte modos de salvar la vida. Puede que te aprecien, incluso que te quieran, pero son jóvenes y los jóvenes tienen el deber de expulsar del planeta a los viejos. Sé que estoy exagerando, pero es como cuando sube un boxeador al ring o como cuando sale un torero al ruedo. Pueden dejarte KO o darte una cornada, y allí acabará tu carrera profesional en la enseñanza. Pero si aguantas, aprendes los trucos. Es difícil, pero tienes que ponerte cómodo en el aula. Tienes que ser egoísta. Las líneas aéreas te dicen que, si falta oxígeno, lo primero que debes hacer es ponerte tu mascarilla, aunque tú instinto te mueva a salvar primero al niño.


27 febrero 2022

Volver a mi patio

Hay un dolor enorme en la pérdida de los seres queridos. Hay un dolor muy grande en la nostalgia de las amistades y amores perdidos. Y hay un dolor minúsculo pero persistente, un dolor tejido de decepción y melancolía, el dolor de pasar junto a lo que fue el patio de tu colegio y tomar conciencia de que no es ya otro tiempo u otro lugar, sino que es más bien otro mundo, otro universo, que has aterrizado en una cápsula y sientes de golpe la impresión que debió sentir Charlton Heston en la escena final del planeta de los simios.

Quizá si has ido viendo la evolución poco a poco no sepas a qué me refiero, pero si han pasado unos años y vuelves a aquel patio que fue el tuyo durante la infancia, sabrás que esa sensación está ahí: ¿cómo puede ser esto mi patio? ¿dónde están aquellos árboles, aquel bosque? ¿qué ha pasado con las pistas para correr? ¿y todos los escondites, las fuentes, los estanques, los recovecos, las escalas…?

Es posible que muchas de esas cosas hayan desaparecido sepultadas por el hormigón y las pistas deportivas que hoy lo colonizan casi todo, pero hay otras explicaciones. Lo que tú recuerdas como un bosque quizá no eran más que dos o tres árboles en un rincón, con raíces y tierra para jugar debajo de ellos. Las pistas para correr que parecían inconmensurables solo lo eran para los ojos de aquellos niños diminutos que consideraban los cien metros como media maratón. Lo mismo ocurre con los escondites y recovecos, que son simples esquinas y chaflanes para la mirada adulta. Los estanques son charcos bajo la fuente y las escalas apenas un tramo de escalones para salvar el mínimo desnivel.

El colegio recordado era casi un palacio, un edificio majestuoso con una parcela interminable a su alrededor. Al volver allí de adulto, encuentras apenas un edificio reformado mil veces sin más pretensiones que sobrevivir al acoso del urbanismo fagocitador; la escala humana del adulto es tan inhumana a veces… 

Y al mirar por la valla (¡cómo puede ser tan baja la valla si la recordabas infranqueable!), te ves corriendo por ese patio ahora minúsculo y no entiendes cómo pudieron urdirse en tan nimio lugar tantas historias de persecuciones policiales, de aventuras piratas, de exploraciones africanas… No entiendes cómo junto a la fuente, en el rincón de los árboles (solo ha quedado uno vivo tras la inundación de cemento), podían existir arenas movedizas que se tragaban a tus amigos si no los conseguías salvar a tiempo. No entiendes cómo darle la vuelta al colegio por los pasajes y recovecos se planeaba como una gesta de dimensiones épicas, como el viaje de Ulises a Troya. Tal vez ese dolor minúsculo pero persistente sea simplemente eso, la punzante nostalgia de una Ítaca perdida para siempre.


06 febrero 2022

Sesquidécada: febrero 2007

Febrero de 2007 tiene registradas lecturas del club de la comedia (los monólogos estaban de moda y hubo varias recopilaciones), una singular novela policíaca de Millás (Papel mojado), y las obras que voy a reseñar a continuación. No es un mes de muchas lecturas, pero creo que fueron todas bastante interesantes.

Carlos Ruiz Zafón había cosechado un éxito notable con La sombra del viento, lo que le vino muy bien para relanzar su carrera como escritor de literatura juvenil (incluso algunas de estas novelas se vendieron más tarde orientadas al público adulto). En aquel momento leí dos de sus novelas juveniles más conocidas: El príncipe de la niebla y El palacio de la medianoche. Ambas novelas tienen ingredientes similares, protagonistas jóvenes, secretos, lugares misteriosos, terror, intriga, oscuridad... La primera se sitúa en una ciudad costera, mientras la segunda se ubica en Calcuta. Son novelas muy bien configuradas para enganchar a los lectores jóvenes y creo que siguen siendo una buena referencia para las lecturas de Secundaria, por ejemplo 3º de ESO. En la misma línea se encuentran otras obras del autor como Luces de septiembre o Marina, también recomendables. Lamentablemente, Carlos Ruiz Zafón falleció hace poco más de un año, dejándonos huérfanos de otras obras igual de interesantes.


Buzón de tiempo, de Mario Benedetti, es la otra protagonista de esta sesquidécada. Se trata de una obra esencial para disfrutar de este autor imprescindible. Reúne una serie de cuentos con algunos poemas intercalados. Los relatos de Benedetti son pequeñas joyas que vale la pena leer y releer. Heredero de la mejor tradición cuentística americana (Cortázar, Borges, Felisberto Hernández, Monterroso o Quiroga), Benedetti añade un elemento sentimental que impregna con un toque personal su escritura y la hace inconfundible. Más allá de las citas, más allá de haberse convertido en protagonista de frases célebres y de poemas inolvidables, Benedetti es uno de los mejores escritores de nuestra época: lean por ejemplo La tregua y ya me dirán. 

07 enero 2022

Sesquidécada: enero 2007

Abrimos un nuevo año en el blog siguiendo con esta serie de lecturas añejas, las sesquidécadas que, desde hace la friolera de 13 años, rescatan impresiones lectoras quince años después. Estas breves reseñas son una manera tan digna como otra cualquiera de mantener vivo este diario digital en tiempos de caprichos más breves y efímeros. Pronto las sesquidécadas se alcanzarán a sí mismas y tal vez acaben repescando algunas relecturas, en un ejercicio de recursividad al estilo de Cortázar o Borges. Quizá en ese momento el blog se pliegue sobre sí mismo y desaparezca como en uno de aquellos episodios de la Pantera Rosa. 

Y hablando de recursividad y de círculos que se cierran, las lecturas siempre nos brindan ocasión para casualidades y reencuentros, como algunos de los que aparecerán este mes de enero de 2007. La primera lectura y coincidencia tiene que ver con Estambul. En 2006 le concedieron el Nobel a Orhan Pamuk y de ahí surgió un interés generalizado por este autor. En agosto ya había leído Me llamo Rojo, como he comentado aquí, y eso me animó a pedir para Reyes una nueva obra suya, en este caso Estambul. Es una novela autobiográfica con aromas de diario, pero también de cuaderno de viaje. Es un libro sugerente y cautivador que abre las ganas de visitar la ciudad y empaparse en su cultura y tradición. La manera de escribir de Pamuk, tan particular y esmerada, es un buen aliciente para dejarse llevar por los sentidos y por las memorias revividas del autor. Hablaba de coincidencia porque el primer libro de este año 2022 ha sido El viaje a Oriente de Flaubert, de mi compañero de claustro Fernando Peña, un ensayo sobre los cuadernos de viaje del escritor francés en su periplo por Egipto, Asia Menor, Turquía y Grecia. Precisamente una de las etapas es Estambul, y resulta curioso poder comparar la visión del forastero europeo de mediados del XIX con la del nativo del siglo XXI, en qué coinciden, en qué difieren. Un buen juego para empezar el año.

El segundo encuentro azaroso viene de Irlanda. El último libro que leí en 2021 fue de una autora irlandesa, Maggie O'Farrell, y el primero que leí en 2007 fue de otro irlandés, Flann O'Brien. El tercer policía fue la primera novela que conocí de este extraño escritor. Después llegarían otras tan curiosas y desconcertantes como esta. No es posible reseñar El tercer policía sin destripar algo de su contenido. Es una novela negra, pero no lo es. Su estilo es más de autores como Bioy Casares o Gómez de la Serna, pero con el humor de Wilde o el surrealismo de Carroll. Es una novela solo para lectores incondicionales, que abre el camino a otras joyas como las Crónicas de Dalkey o La boca pobre. Auténtica delicatessen lectora. 


Por último, hace unas semanas fallecía Verónica Forqué y, al abrir mi diario de lecturas, me encuentro con Bajarse al moro, la obra teatral de José Luis Alonso de Santos, cuya versión cinematográfica protagonizó la actriz hace mil años, cuando éramos jóvenes y aún creíamos en los Reyes Magos y en que era posible escapar de la comodidad burguesa. Releí entonces Bajarse al moro para usarla en el aula de 4º ESO, pero ya vi que a mis alumnos de 2007 les resultaban ajenos el humor, la ironía y las vivencias de los jóvenes de 1985, así que no volví a llevarla al aula, aunque sí la mantengo en las recomendaciones lectoras voluntarias. Personalmente, me parece una obra deliciosa, con un humor elegante y una crítica social tan sutil como demoledora. Por otro lado, la adaptación cinematográfica es un complemento muy atractivo para abordar las intertextualidades. Ahora, a casi 40 años de distancia, es todo historia. Unos clásicos de su género.