La sesquidécada de febrero tiene protagonistas marca España, para que luego digan que no hacemos patria. Se trata de dos figuras fundamentales de la narrativa de finales del siglo XX: Antonio Muñoz Molina y Juan José Millás.
Muñoz Molina es conocido por sus obras de gran peso: las novelas negras o el ciclo de memoria histórica ambientado en Mágina, y sus obras de carácter cercano al ensayo. Sin embargo, son menos conocidas sus novelas cortas, muy interesantes por la condensación y por cierto aire de delicatessen literaria: En ausencia de Blanca, El dueño del secreto o Carlota Fainberg. Precisamente esta última fue la que leí en febrero de 2000 y la que ahora recupero para esta sesquidécada. En Carlota Fainberg, dos personajes se cruzan al azar en un aeropuerto e intercambian historias del pasado. No voy a desvelar mucho de la trama, pero quiero subrayar el gran trabajo de Muñoz Molina como creador de narradores interpuestos y como gestor de la tensión y el suspense, incluso sin necesidad de elementos rebuscados o artificiosos. Es un texto breve que, de verdad, merece la pena conocer.
Juan José Millás ha aparecido muchas veces en este blog, sobre todo elogiado por su capacidad de dotar de lógica a los mayores absurdos. En muchos casos, ese manejo del absurdo permite a Millás generar columnas periodísticas que demuestran que la ficción no llega a la suela de los zapatos de la realidad. En No mires debajo de la cama son precisamente los zapatos los protagonistas de la historia, aunque poco a poco ceden terreno a otras tramas y a otros personajes. La vida secreta de los zapatos por la noche sirve de excusa para mostrar, una vez más, la materia absurda de nuestra realidad. Sin embargo, creo que también a Millás se le escapa el hilo narrativo y sus alegorías resultan desmesuradas para el formato novelístico, que acaba pareciendo una columna periodística exagerada en extensión.
Para cerrar esta sesquidécada, mencionaré un libro del que apenas recuerdo nada, pero que significó mucho para mí en su día. Se trata de la Guía para el profesor de idiomas, de Maximiano Cortés, un libro que leí con fruición para ponerme al día en las claves de la docencia de Español como Lengua Extranjera. Digo que significó mucho para mí porque en aquel momento empecé a dar clases on line para un college de EE.UU., lo que me abrió las puertas al mundo de las TIC. Hace quince años empecé a manejar los cursos virtuales y las clases a través de salas de chat de voz que permitían sesiones de intercambio en tiempo real. Tuve conciencia entonces de que los contextos de aprendizaje estaban cambiando y de que el mundo se había hecho muy pequeño. Poco tiempo después, cuando comencé a dar clases en el sistema educativo general, también me di cuenta de que en este país estábamos todavía anclados en el pasado, en el "Cuéntame" del que todavía parece que no hemos salido.
Como dije en la anterior sesquidécada, esta sección también podéis escucharla en los podcasts de El Recreo que graba para la red mi buen amigo Gorka. En esta ocasión, mi intervención (a partir del minuto 24) va precedida de la excelente charla con Maru Domenech, que también nos habla del Quijote News.
3 comentarios:
Me gusta mucho la forma de narrar de Muñoz Molina, pero no he leído el libro que comentas. Me lo apunto. Disfruto también con sus artículos, me siento cercana a su forma de ver el mundo :) Millás me gusta a veces. Veo que también has hecho incursiones en ELE, me apunto el libro que reseñas. Este año me ha tocado en suerte dar español a personas de países tan distantes y distintos como Egipto y California, lo estoy disfrutando, es una experiencia muy interesante:)
No he leído ninguna de las obras que mencionas aunque he leído la mayor parte de Muñoz Molina (de mi generación, pero él ha conseguido realizar su sueño: vivir en Nueva York) y en tiempos a Juan José Millás. No obstante no he podido con la última novela de Muñoz Molina. No me encontraba en su misma onda y la he dejado. Me cuesta leer algo que no esté anclado en la realidad y la ficción se me hace cuesta arriba. En cuanto a Juanjo Millás dejó de interesarme como novelista aunque lo leí con fruición en los noventa. Su mundo es rico pero se agota. Es un escritor de un registro brillante pero limitado y a mí me termina por cansar. Es agudo e ingenioso, pero a mí llega un momento que la agudeza y el ingenio me agotan y busco otros registros. En una escala del uno al diez en que 0 sería yo y 10 Cervantes y Shakespeare a Millás le pondría un cinco y a Molina un seis, lo que no es poco claro está.
Mi hija pequeña de quince años está cursando en uno de esos entornos el bachillerato norteamericano. Por su trabajo observo que es una realidad muy interesante y que puede adaptarse, si está bien hecho, a la realidad del alumno a distancia. Podría perfectamente cursarse el bachillerato y la ESO a distancia aunque se perdería eso que entendemos que es un valor importante y es la sociabilización. Para bien y para mal. Si no, que lo diga el alumno magrebí que se ha depilado las cejas y cuando vino al instituto fue la hilaridad de sus compañeros. Y se marchó, huyó. No sé cómo volverá. Entiendo su miedo a la burla y a la crueldad que esta vez él sufrirá.
He leído a los dos. Y los dos me parecen extraordinarios. Lo que pasa es que hasta lo bueno cansa. Y esto es lo que me pasa a mí con casi todos los autores.
Un fuerte abrazo.
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