Esta sesquidécada, quizá por la cercanía del verano, suele venir cargada de libros de viajes. Tres obras recupero, cada una de ellas de un estilo diferente, para que haya donde elegir. Comencemos el viaje.
El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. Más conocida por la adaptación sui generis al cine en Apocalypse now, la novela de Conrad es un relato complejo, mucho más profundo que un mero viaje al corazón de la jungla. Hay novelas que te dejan un recuerdo nítido de su trama o de sus personajes, pero otras, como esta, que te dejan un recuerdo cenagoso, una sensación turbia no haber escapado de ellas, como si sus líneas se hubiesen desmadejado en tu memoria y formasen una telaraña que no te puedes sacudir. El horror, un horror demasiado cercano, especialmente si lo ponemos en relación con la Europa de nuestros días.
El viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán Gómez. Una compañía de teatro ambulante en la España de posguerra, poco más hace falta decir. Lectura ideal para amantes de la literatura, del teatro, de los cómicos de la legua, del nacimiento del cine, del hambre y la miseria de un país devastado por la sinrazón. Una novela que no suele aparecer destacada en las historias de la literatura, a pesar de representar como pocas el contexto de recepción del teatro español de masas, alejado del teatro burgués de las clases medias y del teatro intelectual de las minorías.
La Biblia en España, de George Borrow. A pesar de su título, nada tiene que ver con lo religioso, más allá del motivo que impulsa al viajero Borrow a visitar España. Los relatos literarios de viajeros suelen ser bastante extensos, pues es condición intrínseca del extraño demorarse en todas las cuestiones curiosas, sin embargo, la narración de George Borrow, don Jorgito el inglés, como lo llamaban en los albores del XIX, es una auténtica delicia para cualquier lector. Inasequible al desaliento y con una mentalidad demasiado avanzada a su época, recorre aquella España atrasada intentando vender biblias; en su empeño y gracias a la hospitalidad de los gitanos, acaba convirtiéndose en un experto en caló, idioma al que traduce las Escrituras. El relato autobiográfico de sus andanzas no tiene desperdicio y es una lástima que siga siendo un libro bastante desconocido.
Espero que tengáis un buen verano de lecturas y que podamos seguir hablando de ellas.
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