Ya están aquí las sesiones de evaluación. Se pone en marcha ese mecanismo legal mediante el cual todas las vicisitudes de un grupo de alumnos durante un trimestre quedan grabadas en forma de acta notarial. No resulta fácil traducir la acción, el interés, el esfuerzo, la agonía o la pasividad demostrados por un alumno, en una muesca de la escala numérica. Para ayudarnos en ese difícil trance de conversión evaluadora, el sistema ha previsto estas sesiones de evaluación en las que los docentes, iluminados por el clarividente criterio de equipos directivos, gabinetes de orientación, tutores y profesores más experimentados, podemos dar rienda suelta a nuestras dudas y titubeos, a nuestros dolores y alegrías, a la indignación y la aquiescencia. Arropado por miles de datos interesantes sobre cada alumno (oficio del abuelo, gustos culinarios, enfermedades padecidas en la infancia, anhelos laborales...), el docente calibra su nota y la compara con la de sus compañeros para ver si la tiene más grande o más pequeña (quizá dejándose llevar por algún vestigio freudiano). Y mirando bisojo su cuaderno de profesor, asiente firmemente cuando tiene que confirmar sus notas, seguro de no equivocarse, pues una Junta de evaluación no evalúa sino que pontifica.
Pasados esos momentos de éxtasis educativo, el docente volverá a sus aposentos con la satisfacción del deber bien cumplido. Desde ese instante, comenzará un nuevo ciclo de números, símbolos, rayitas, cruces, números de teléfono, pegatinas, etc. que irán conformando el humus de la siguiente evaluación. Tal vez entonces descubra por qué se fugó de casa la tía de Peláez o por qué Josito tiene un repelón detrás de la oreja.
Crédito de la imagen: Self-cutting generator
16 comentarios:
Trance agotador y profundamente problemático, especialmente el que se hace a final de curso. Es la parte menos satisfactoria -junto con las correcciones- de nuestras obligaciones. Medir, calibrar, valorar, juzgar, emitir un dictamen, una rayita que luego es relativizada por las medidas y directrices ponderadoras de la conveniencia pedagógica.
"pues una Junta de evaluación no evalúa sino que pontifica?"
Hola, me gusta tu blog y te sigo, pero esta frase tuya cuan cierta es en la mayoría de los casos...
Que pena que el "maestro" adoctrine. Evaluar justamente es muy difícil cuando priman los dogmas.
El maestro es querido y respetado por los alumnos, el profesor no!
Saludos.
Jajajaja, creo que no podías haber retratado mejor la inutilidad de dichas sesiones en gran parte de las ocasiones, y cómo se dan al cotilleo sin profundizar en lo importante, y lo que es más triste, sin tomar medidas reales, útiles y aplicables, basadas en acuerdos y compromisos por parte del profesorado.
Un abrazo
No sé si acierto con el tono, pero me deprimen las sesiones de evaluación. Muchísimo. Se programan según un calendario que hay que cumplir a rajatabla y si algún profesor dilata la conversación en bien de un alumno, los contertulios evaluadores cruzan sus miradas reprobadoras.
¿Qué papel juega la evaluación en la innovación educativa? ¿Innovamos si seguimos evaluando como lo hicieran los maestros de décadas anteriores?
En efecto, una de las partes más importante de nuestro trabajo, la Evaluación, -quizá la más importante para el alumno- se transmuta en el mejor de los casos en una mera sesión administrativa: -Latifa deja tres: mate, lengua y naturales.
En el peor, en un trasunto de Corazón, Corazón: -Pues, sí, el padre de Latifa le ha dicho al tutor que su hija debe llevar el velo en clase de Educación Física; por cierto, que, a pesar de lo que se suele decir, está muy acarameladita con Hamid.
Y lo peor de lo peor, Terapia de grupo: -Porque en el grupo de Latifa es imposible hacer nada, el nivel es bajísimo y además hay 3 ó 4 que no ha-cen na-da...
¿Le presto mi espejito a alguien?
Es una verdadera pena que no se evalue también al profesorado, eso si que daria pera escribir un buen texto,incluso para estar en igualdad de condiciones, también exponer todos esos datos personales para afinar mejor en el diagnóstico;las bajas continuadas, la falta de interés por crecer en sus conocimientos- hay quién piensa que lo tiene todo aprendido cuál es su estado de ánimo al penetrar en el aula de forma sigilosa como si no ocurriera nada, y ese empeño de algunos/as de aprenderse las noticias del periódico mientras sus alumnos hacen ejercicios que no comprenden, a los que no se atiende debidamente y luego se les ejecuta con suspensos y los demás callan..., callan aún sabiendo que esto ocurre, siempre callan
Me ha gustado la acidez con la que has tratado las (para mí) odiadas sesiones de evaluación. Yo aún no sé realmente para qué sirven. Nunca se solucionan los problemas que realmente uno quisiera tratar, y en cambio surgen otros totalmente baldíos. En fin, por esta vez ya hemos pasado el trance. Y después de ello siempre queda en el fondo aquello de no saber si se habrá hecho justicia con el alumnado, si habrá habido alguna nota discordante, o si habremos sido jueces infalibles.
Hace bien poco me contaba, un profesor muy joven, que se dedicaba a la enseñanza de adultos porque realizar sus estudios le había costado mucho sacrificio, esfuerzo, estudio, dinero, incomodidades, vivir en el extranjero, soledad y hasta penalidades. Y no estaba dispuesto a poner todo eso frente a un grupo de adolescentes bostezantes, con el ojo constantemente en el reloj y mirada desganada. Se repara poco en esto; casi toda la cháchara pseudopedagógica se mueve alrededor de los deseos, motivaciones y necesidades de los jóvenes, y al profesor se le quiere imbuir un espíritu de altruismo que no es generosidad sino un desprendimiento rayano en la mortificación. Lo cierto es que, en cuanto se considera con un mínimo de rigor lógico, se comprende que la educación no puede funcionar desde ese planteamiento que endiosa al aprendiz y hace del maestro, -educador, tutor, enseñante- su servidor –o proveedor, dicen algunos. Si eso mismo ocurre en la familia el niño se alimenta de gominolas y coca-cola, en los talleres nadie sabría arreglar una pieza del coche, en el campo nadie sabría cultivar un huerto...
Y las escuelas se convierten en ESO. Y en esto.
¡Bendito egoísmo el de ese joven profesor!
Me gusta lo que dices y cómo lo dices, leer estas cosas me hace pensar que no soy tan rara. Yo ya escribí hace dos años sobre este mismo asunto. Por si te interesa te dejo el enlace:
http://montsepedroche.wordpress.com/2007/03/20/%C2%BFpara-que-sirven-las-evaluaciones/#comments
Un saludo, Montse
Yo no encuentro en el post un desánimo que parece cundir en los comentarios, veo un reflejo - algo deformante que para eso está la visión de su autor - para mirarnos y reírnos un poco de nosotros mismos.
Los humanos (los primates)tenemos nuestras ceremonias y nuestros rituales, a veces es bueno verlos desde fuera y sonreír pero no por ello dejan de ser importantes.
Saludos y ánimos que ya llegan las fiestas.
Joselu: Especialmente interesante lo de la relativización, pues cualquiera que hay pasado por varios institutos sabe que las varas de medir parecen de plastilina.
Vuelalto: A mí me espanta la dureza de los profesores en las sesiones de evaluación, sobre todo cuando no va acompañada del mismo rigor en lo profesional.
Un profe...: La frivolidad se contagia; yo mismo participo con entusiasmo en esos cotilleos, pues considero que ese rato, ya que es tan inútil en muchos sentidos, debe ser al menos divertido.
Lu: Has apuntado una idea que tendríamos que ir resolviendo en algún foro: la innovación en la evaluación. Se me ocurre proponer algún software que establezca parámetros y variables diversas sobre los alumnos y sobre el grupo, y que permitiese obtener evaluaciones al momento en forma de tendencias. No sé, seguro que hay modos mejores.
Marcos: Has acertado: Eurovisión + Tómbola + El diario de Patricia.
Isabel: La LOE establece la evaluación del profesorado como un instrumento necesario. Creo que todavía nadie se ha atrevido a poner el cascabel al gato, pero de algún modo, tarde o temprano, habrá que pasar por ahí.
Miguel: Tú las has pasado, yo las tengo esta semana que viene. Se me van a atragantar los polvorones.
Serenus: No soy tan pesimista; miro a mis alumnos y sé que un alto porcentaje saldrán adelante; otros serán tan inútiles como algunos profesionales con los que nos topamos a diario; y otros, lamentablemente, serán alimento de las cárceles del futuro. No somos dioses y el resto de la sociedad también será responsable de ello.
Montse: Ya seguí en su día aquellos acalorados debates. No suelo acomodarme en ningún extremo y entiendo que hay quien lo ve de otro modo. Sigo pensando que la lucha de un profesor está en el aula y no en los corrillos ni en estos conciliábulos oficiales.
Wraitlito: Es cierto: al final nos hemos puesto serios a partir de una nota que pretendía despertar la risa, como se declara desde las etiquetas "humor" y "ludoteces".
Felices sean para ti también estas fechas.
Ja, ja, ja ...
Como siempre, me quito el cráneo ante tu ingenio, y tu manera de dar forma a ese fondo sin fondo.
A mí, además de aburrir, deprimir, dormir, hundir ... y todos los verbos en -ir que se nos ocurran, lo que más me molesta es el sentimiento que tenemos los profes de estar más allá del bien y del mal, de estar en posesión de la verdad absoluta.
jajajaja... buenísimo. Me ha encantado el texto, en infantil hacemos boletines informativos y bueno... procuro ser muy positiva. saludos
La entrada me parece una descripción magnífica pero podemos ahondar sobre todo en que se han convertido las evaluaciones en muchas ocasiones. La caricatura que haces responde a las concepciones más rancias y obsoletas sobre la evaluación. El sentido más pobre de la palabra evaluación es el que tiene que ver con otorgar calificaciones, con poner rankings, con decidir quién es bueno y quién es malo.
Como dice Lu hay que replantear la evluación en la ESO, pero como en tantas otras ocasiones ocurre ya está reinventada. El marco legal en el que nos movemos tiene una concepción mucho más rica de la evaluación que la traducción que se hace posteriormente en los centros.
Evaluar tiene que ver con reconocer lo que sé y lo que no, lo que funciona y lo que no, mis aciertos y mis dificultades ... para a partir de ese reconocimiento tomar medidas, buscar soluciones.
La evaluación es un potente motor de aprendizaje siempre que la introduzcamos en el proceso de aprendizaje y no la coloquemos al final de ese mismo proceso. Entonces sólo sirve para dar cuenta de un resultado pero no sirve para mejorar el aprendizaje.
Evidentemente hay que replantear el sentido de evaluación, no somos los dioses que deciden sobre lo bueno y lo malo, somos quienes ayudamos al alumnado a reconocer en qué punto del camino están y a seguir hacia adelante tomando las decisiones oportunas.
No sé, me he puesto muy trascendente pero hoy me ha tocado dar una sesión de formación sobre este tema y se me nota. Hay un libro clarividente de Neus Sanmartí sobre la evaluación en la colección Ideas claves de la editorial Graó que se títula "Evaluar para aprender" Podría ser un documento de reflexión para convertir esas prácticas tediosas e inútiles en instrumentos de mejora.
Mª José: De acuerdo en que somos un poco soberbios (lo único que nos disculpa es este oficio en el que somos la "cabeza" visible de una marea humana a medio formar); habría que tomarse alguna infusión de modestia -yo el primero-.
Igualemente: En infantil, ¿también habláis de quién es el nuevo novio de menganita, o el nuevo ligue de fulanito?
blogge@ndo: El horno pedagógico no está para bollos; todos tenemos en mente un batiburrillo de corrientes pedagógicas magistrales que no sabemos acoplar del todo bien al aula. En las sesiones de evaluación se evidencia que las lecturas de la teoría pedagógica son tan diversas como el propio profesorado y cada cual arrimamos el ascua a nuestra sardina. Quizá lo único que debería anclarnos a la realidad sea el marco legal, ese gran desconocido entre el profesorado. Todos renegamos de la legislación, pero pocos afirman conocerla.
Después de escribir esta nota tuve las evaluaciones de 2º de ESO; la más productiva fue precisamente una en la que empezamos a discutir desde distintas concepciones educativas; después de una hora, no habíamos llegado a ningún acuerdo, pero creo que todos aprendimos un poquito a ser mejores profesores. Sólo quien se aferra a sus dogmas sale perdiendo en estas lides.
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