Sin embargo, hay que sumergirse en los reductos de unos cuantos insurgentes para descubrir que la lectura es algo más que ese cúmulo de tópicos resobados que circulan al por mayor. Hace unos días, Joselu lanzaba la pregunta ¿Por qué leemos? Os recomiendo que leáis los comentarios, pues cada lector tiene su propio motivo para leer.
Hoy he podido leer en Tökland dos entradas sobre Emili Teixidor que también vale la pena tener en cuenta:
Una entrevista:
(...) A ver si habrá que prohibir leer…
Yo no confío mucho en las campañas a favor de la lectura; quizá sería mejor advertir a los jóvenes que, si leen, ¡quedarán malditos para siempre! Cosa que, encima, ¡sería cierta, ja, ja…!
(...) Bien, pero a alguien a quien le cueste mucho leer… ¿qué le receta, doctor?
Toma un libro, en prosa o verso. Ábrelo. Lee una línea. Ciérralo. Prohibido más: sólo una línea por día, ¡sólo una!
y un artículo sobre la lectura:
(...) Se pueden crear las condiciones propicias para que los jóvenes lectores se abran al diálogo e incluso a la confidencia sobre sus lecturas favoritas, como se deben crear los espacios y establecer los tiempos para que los adolescentes tengan acceso a los libros de manera libre y agradable, pero hay que tener mucho cuidado en convertir la lectura en una obligación, en un programa educativo, en una amenaza del tipo que sea. (...)Ya conocía algunas de las ideas de Teixidor sobre la lectura, que he citado en alguna ocasión y que empleo con frecuencia en clase. Al respecto, sigo apostando por esa premisa de establecer una franja entre la lectura y la literatura: todos pueden y deben gozar de la primera y es nuestra obligación prepararlos para ello, pero sólo unos pocos alcanzarán la dicha de gozar de la segunda. Si extendemos esa percepción de que existen unos textos difíciles e inalcanzables, recuperaremos el valor de lo literario. Pero, ojo, no podemos hacerlo antes de que empiecen a leer, antes de que consideren normal sostener en sus manos un libro sin buscar los botones de avance y retroceso. Ya tendrán tiempo después de formar parte de este selecto club de malditos.
Crédito de la imagen: Lletra
9 comentarios:
No sé, tengo mis dudas. Si a un muchacho de dieciséis años le das La metamorfosis de Kafka o Los justos de Camus o Bartleby el escribiente de Melville, obras breves pero extraordinariamente densas, ¿qué pasa? No lo sé. ¿Abrirle el camino hacia la complejidad? No lo sé. Cuando leo sus blogs me doy cuenta del mundo plano en que viven. No saben salir de las circunstancias triviales de su propia vida. Todo en nuestra cultura superficial lleva a que se queden ahí, que sean narcisistas, acomodaticios, banales... Quiero que vayan más allá de sus circunstancias, que intenten interpretar la vida, que se interroguen acerca de ella. Hoy he leído un texto de un muchacho colombiano espléndido. Mal puntuado pero espléndido. Hay quien posee una delicada sensibilidad y hay que aprovecharla. Dices que habrá tiempo de que formen parte del club de los malditos. Si ahora no se lo mostramos ¿quién se lo enseñará después? Ojo, hablo de chavales de esa edad (15-16 años). Entiendo que a un niño de doce hay que darle obras acordes con su desarrollo evolutivo y tus propuestas son muy positivas y las utilizo. Del diálogo con el misterio pueden surgir factores inesperados. No lo tengo muy claro. De momento no veo que las obras que están leyendo les dejen un poso muy profundo. No salen de si les gusta o no. Sus comentarios son muy poco elocuentes.
Circulan muchos tópicos sobre la enseñanza de la literatura y el placer de leer. Tantos... que son la evidencia de que el tema es escurridizo.
Pennac, Teixidor y todos los que en este mundo han sido voces de referencia sobre la lectura tampoco ofrecen soluciones al problema... porque no las hay.
La lectura está al alcance de todos (cada uno en su nivel), pero leer es, al fin y al cabo, una cuestión de querencia, de voluntad.
Hablo como madre de un hijo adolescente exlector. De ser un niño lector voraz ha pasado a ser un consumidor voraz de otros productos como la música. No lee porque no quiere. No porque no sepa lo que la lectura le deparará, que sí lo sabe y además lo aprecia.
es jodido hacer que un joven lea si. por experiencia propia a mi me daba mil patadas los libros que me mandaban en el colegio e instituto leer para vacaciones. ahora mismo leo mucho y a veces (muchas) me arrepiento de no haber leído más de joven, pero creo que de joven no veía por ningun lado el placer de leer como vicio, no como obligación.
Lo que tengo medianamente claro es que las lecturas "obligadas" son las que no se realizan, que por buenoq ue sea el libro queda en el olvidio, por el mero hehco de la obligación.
Pero si al adolescente ( hablo del caso concreto de mi hija y en el mio propio a su edad) le dices que tal libro no es para ella pues no lo entenderá, tiene muchos numeros a ser leido.
y por otra parte mi hijo ( otro adolescente) es caso identico al que relata Lu, de leer todo a pasado a no leer nada, pero porque no quiere leer.
He de decir que yo hasta los catorce años leí muchísimo, sin criterio eso sí. Leía lo que caía en mis manos incluidas novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía y otras obras de agentes secretos. Nadie me orientaba. Pasé entre los catorce y los diecisiete un periodo en que no leí casi nada. Cuando llegué a la universidad mi sed lectora se disparó de nuevo y aumentó. Es como ir en bicicleta. Al que le gusta leer en una etapa de la vida, es muy posible que lo vuelva a recuperar. No os preocupéis. La adolescencia es un periodo muy intenso y a lo mejor requiere una pausa lectora.
Yo recuerdo, en 6º de EGB ir corriendo a la librería a comprarme El Príncipe Feliz de O. Wilde, porque leímos un fragmento en clase. Seguramente muchos de mis compañeros de pupitre en su vida han vuelto a oír hablar de Wilde ... ¿por qué germinó la semillita en mí y no en otros? Por la misma razón que yo no sé nada de automóviles y otros son buenísimos mecánicos.
Creo que nuestro deber es poner a su alcance buenas lecturas, y algunos descubrirán el placer de leer, otros no ...
Casi todos habéis recurrido a vuestras experiencias, como lectores o como padres/madres de futuros lectores. Quizá esa referencia personal sea algo de lo que no nos podemos librar y no estoy seguro de si es bueno o malo en el oficio de enseñante.
Yo también leía mucho de niño y después pasé una etapa en la que me nutría exclusivamente de cómics, El Jueves y el Muy interesante. Después volví al redil con ansias renovadas. De mis lecturas en el instituto, algunas me parecieron aburridas, como la Celestina (en la carrera descubrí que en la primera lectura no me había enterado de nada), otras me sorprendieron, como La vida es sueño, pero lo que más agradecí fueron esas listas abiertas de recomendaciones en las que era yo quien debía elegir. Tal vez por eso trato de repetirlo.
Me parece que la literatura está un poco mitificada entre cierto público que piensa que ser lector es un añadido elegante de la personalidad. Cuando tú dices maldito, es maldito de verdad, pero el problema es que generalmente se lee maldito como si fuera una ironía. En fin, estupendo el blog.
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