Páginas

28 agosto 2011

Sesquidécada: agosto 1996


Las postrimerías de agosto tienen algo crepuscular, sobre todo para nosotros los docentes, que iniciamos un nuevo ciclo en septiembre. Echando las redes a las lecturas de agosto de 1996, esta sesquidécada tropieza con una obra teñida de una melancolía acorde con este sentimiento otoñal de fin de verano. Se trata de Bearn o la sala de les nines (la sala de las muñecas), una novela de Llorenç Villalonga que constituye un referente de la literatura catalana contemporánea, una obra que muchos han comparado con El Gatopardo de Lampedusa, pues ambas dan testimonio del fin de una familia, del fin de un modo de vivir. El patetismo de esa decadencia y el simbolismo que señala el tránsito a una realidad distinta tal vez tengan algo en común con estos tiempos que vivimos, unos años que quizá suponen el fin de las vacas gordas. Casualidades de la vida o de estos trances finiestivales, acabo de leer otro clásico de la narrativa catalana, Pa negre, de Emili Teixidor (muy actual por la premiada adaptación cinematográfica) también muy simbólico en cuanto al sentimiento de pérdida y al concepto de tránsito. 
Para no teñir de tristeza esta sesquidécada, recupero también la lectura de Ramón Gómez de la Serna, un habitual del blog. En esta ocasión viene con Seis falsas novelas, uno de esos juegos literarios en los que escribe seis relatos que imitan, rozando la parodia, los tópicos de distintas narrativas del mundo:

María Yarsilovna (Falsa novela rusa)
Los dos marineros (Falsa novela china)
La fúnebre (Falsa novela tártara)
La virgen pintada de rojo (Falsa novela negra)
La mujer vestida de hombre (Falsa novela alemana)
El hijo del millonario (Falsa novela norteamericana)

Para cerrar este agosto, os regalo algunas perlas ramonianas entresacadas de esta obra. Feliz regreso a clase.

Vio al hombre … a través de las piedras de molino de sus lentes...

Alargó una mano caliente, allí donde todas las manos eran frías como pescadillas.

Nuevos presentados salían de los rincones como arañas que estaban ocultas... p.42

El extranjero le sacudió el brazo como quien tira de la campanilla de la casa que no abren. p.43

Un carro de carbón, muy negro, pasaba sembrando carbones negros sobre la sábana blanca, carbones que semejaban agujeros que diesen a lo profundo.

La tarde tenía sobre sí, no el cielo, sino las claraboyas de cristal de hielo. p.44

Sin sable, y sin esas charreteras que, unidas al plumaje del casco, hacen de los militares fuentes chorreantes. p.45

Cuya corbata subida sobre el cuello de tirilla semejaba como si le hubiese quedado a perpetuidad el metro de hule del chico que toma las medidas de la camisería. p.46

El flequillo, que formaba algo así como unas finas pestañas del pensamiento … rejas de su pensamiento, algo que aleja y no permite la entrada, como una verja... p.57

En las grúas, los agujeros muy aceitados tenían incontinencia de pajaritos sueltos de aceite. Caparazones de cangrejos eran como cascos de barcos estropeados. p.61

Le bastaba haberle oído hablar el francés con aquella mujer, cuyo francés era tan salido que parecía como leche que sube, que está dando un hervor. p.62

Las grandes higueras daban de mamar a los pajarillos que revoloteaban bajo los pañolitos de sus hojas, como niños que buscan un seno mejor. p.65

La noche se había puesto su quimono mejor, azul con estrellas en los hombros y azul con dragones en las faldas, largo quimono mojado, porque la noche mete las piernas en el agua como los arroceros. p.68

El detalle destellante de sus lentes sin marco, sus lentes como dos alas solitarias de cristal. p.121

Su mano nerviosa, con la larga cucharilla, empuñada, remueve el fondo, como quien agita el fondo del corazón apasionado. p.127

En la mañana de este día, el sol es como la moneda que reúne todos los ahorros del mundo y hasta el oro de los próximos días. p.144

Hasta la chimenea era de metal, pareciendo un verdadero cañón que estirase el cuello en monstruoso desperezo. p.145

Los rascacielos hacían caer sobre la ciudad el sueño de sus mil o dos mil ojos. p.157

7 comentarios:

  1. Las novelas tipo Gatopardo o de mundo que se acaba son un género en sí mismas, aún no he leído Bearn pero sí Laura a la ciutat dels sants, una mezcla entre mundo que termina y la malcasada del XIX.

    No conocía esta obra paródica y tiene muy buena pinta, me la apunto en pendientes.

    ResponderEliminar
  2. He leído Bearn o la sala de muñecas pero en castellano. Creo recordar una cierta controversia sobre cuál era la lengua original de esta obra, si fue escrita en castellano y posteriormente traducida al catalán. Da igual, la tomé en toda su dimensión crepuscular como mía. No la recuerdo con mucho detalle, sólo conservo el bienestar que me produjo su lectura y eso es bastante. Leí también Il Gattopardo, en italiano. Eran tiempos en que perseguía a una italiana arqueóloga que me suministraba joyas de la literatura italiana y yo, claro está, leía con fruición la lengua de la Toscana deleitándome con ellas y pretendiendo acceder a aquello que se me escapaba.

    Y sí, son crepusculares, como son estos días finales de ciclo antes de que comience el magma explosivo del nuevo curso -uno más- que será totalmente diferente a todos los anteriores.

    Reconozco que nunca le he encontrado la gracia a Gómez de la Serna. Su sentido del humor me queda muy lejos. Pero puede ser que sea debido al mío escaso.

    Feliz vuelta y dichoso día de reencuentro y besamanos el próximo uno de septiembre.

    ResponderEliminar
  3. Gracias por aportarnos este caudal (fiel a lo que reza en el quicio del portal de tu blog) de material de literatura. Siempre es un placer leerte.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Eduideas: Gracias por el comentario. En efecto, la atmósfera opresora de Laura a la ciutat del sants recuerda al universo cerrado de Bearn. En cuanto a la sensación de pérdida, podríamos emparentarla con 'La lluvia amarilla' de Llamazares.
    Joselu: Si no recuerdo mal, las versiones cinematográficas de ambas novelas son también muy similares. En cuanto a Gómez de la Serna, me gusta su modernidad a la hora de explotar el lado lúdico de la literatura. Salvando distancias y géneros, estaría muy cerca de Faemino-Cansado, 'El milagro de P.Tinto', 'Delicatessen' o 'Amanece que no es poco'. Me gusta ese toque absurdo y a menudo surrealista de sus imágenes.
    Miguel: Gracias a ti por tu fidelidad a este blog. Espero que tus vacaciones hayan sido provechosas.

    ResponderEliminar
  5. Yo también leí la novela de Ramón.
    Me costó encontrarla porque esa edición, Mondadori, estaba descatalogada.
    Como siempre, sorprendente y transgresor. Todas geniales, pero la que más recuerdo es María Yarsilovna.
    Tus sequisdécadas me ayudan a hacer un repaso de mis, casi olvidadas, lecturas de la facultad.

    ResponderEliminar
  6. Creo que esta vez comparto ese sentimiento de pérdida y tránsito finiestival ( me hubiera quedado perdida por alguno de los pueblos pirenaicos que he visitado). De todos modos he disfrutado con los fragmentos que has elegido de ese maestro del lenguaje. Te deseo mucha fuerza en este nuevo inicio, aunque creo que de eso te sobra. Por cierto espero que te llegara el primer plano de Canfranc, las estaciones y la literatura tienen muchos puntos de encuentro.

    ResponderEliminar
  7. Yo desconozco a los autores catalanes y la obra de Gómez de la Serna es muy sugerente. Gracias, como siempre, por tus recomendaciones literarias y por las pinceladas de don Ramón. Voy a ver si la encuentro para echarle un vistazo.

    Un saludo y buen inicio del curso.

    ResponderEliminar