Este será mi cuarto curso como director del
IES Bovalar. En septiembre de 2016 desgajaba con
bastante detalle el horizonte que se abría para el centro en este período que está a punto de concluir. Haciendo balance de todos aquellos objetivos y propuestas, hemos comprobado que quedan muy pocos por conseguir o culminar. Quizá por ello, en este último año, se ha hablado mucho de mi centro, a veces con motivo de algún
premio, otras veces por el tema de los
deberes. Esto hace que el Bovalar parezca un centro modélico en el que ocurren milagros educativos. Cualquiera de vosotros sabe ya que no existen esos milagros, que detrás de cada éxito educativo hay horas de trabajo y muchos recursos invertidos. En esto, el
IES Bovalar no es una excepción y voy a tratar de contarlo.
Nuestro centro proviene de unos orígenes bastante humildes, un instituto de la periferia, centro CAES, con mucho alumnado de compensatoria. Durante años fue el centro al que se enviaba a buena parte de la población escolar en riesgo de exclusión social del noroeste de Castellón. Ocupábamos un antiguo cuartel del ejército y prácticamente vivíamos olvidados del resto de la ciudad. Estuvimos muchos años en
condiciones precarias, demasiados. Incluso el equipo directivo anterior tenía que lidiar con esa provisionalidad mediante comisiones de servicio prorrogadas anualmente. Ya sabéis el coste organizativo que eso supone.
Por fin, en 2010 se construyó el nuevo centro, en el barrio universitario, lo que prometía grandes cambios. El alumnado creció con la incorporación de dos nuevos colegios y se diluyó el alumnado de compensatoria, que ya no superaba el 30%. Aun así, mantuvimos la condición de centro CAES por tener dos colegios adscritos con esa característica. Sin embargo, para la administración seguíamos siendo un centro periférico en el que no convenía invertir demasiado. Muchas quejas al respecto podéis encontrar en este blog:
La calidad no la da el traje,
Ojalá los alumnos fuesen baldosas,
Quizá callados hubiésemos estado mejor...
Con este panorama, hace tres años decidimos presentar un proyecto de dirección con personal definitivo del centro para trazar unos objetivos a largo plazo que nos permitiesen salvar esa condición de centro marginal, con bastantes problemas de fracaso escolar y de convivencia. En esto no hay misterio, el profesorado es el mismo, el centro y el alumnado también, parte del equipo directivo anterior continúa en el centro y es de agradecer todo el apoyo prestado en la transición; el "milagro" fue simplemente poner por escrito qué queríamos alcanzar y cómo debíamos hacerlo.
Poco a poco, he ido contando esos avances y, bajo la etiqueta "
dirección" del blog, podéis encontrar esos artículos, y también algún otro sobre
mi papel como director. No es un camino fácil. Como decía arriba, todo milagro requiere trabajo y recursos. Tuvimos la suerte de contar con muchos compañeros que han puesto ilusión y horas de esfuerzo para salir adelante, pero también hemos contado con el apoyo de la administración, que ha decidido acabar con esa imagen del Bovalar como centro de segunda. Prueba de ello es que hemos pasado en los últimos años de 57 profesores a 79, con un incremento de 100 alumnos. No es que ahora vayamos sobrados, sino que antes éramos claramente deficitarios. Eso son recursos, muy necesarios, más que la ilusión, la vocación, la formación y las ganas de trabajar, porque sin recursos, todo lo demás puede servir durante un tiempo, pero no es sostenible ni efectivo.
Pero no solo hay que hablar de recursos, también de implantación de medidas y modelos de organización acordes con ese proyecto a largo plazo. En el ámbito de la convivencia, hemos puesto en marcha programas para reducir el absentismo y los conflictos. En los últimos tres años, hemos pasado de 47 expedientes disciplinarios anuales a 35; los partes de incidencia, han pasado de 700 a 340, y los registros PREVI, de 17 a 9. Decisiva ha sido la adopción el curso pasado del
programa TEI de tutoría entre iguales, que ha mejorado notablemente la convivencia, sobre todo en 1º de ESO, donde los conflictos se han reducido casi un 70%. También la progresiva implantación del trabajo por proyectos, a través de la iniciativa
Bovalar projecta, que coordina el compañero
Francesc Collado. Seguimos luchando contra el
drama del absentismo, con gran inversión de tiempo en conseguir que vengan al instituto y no sean expulsados, aunque es muy difícil convertir al alumno absentista en alumno integrado en el sistema académico ordinario. A pesar de ello, también hemos mejorado la tasa de titulación en ESO, que ha pasado del 77% al 81%. El índice de repetidores ha descendido también, sobre todo en 1º de ESO, donde ha pasado del 23% al 19%. Y fuera de las cifras, muy importante la mejora en la inclusión del alumnado con necesidades educativas, por ejemplo TEA, a través de las maestras de soporte a la inclusión de la unidad CiL, y su esfuerzo por promover la codocencia, los grupos cooperativos y, en general, la no segregación de este alumnado. Pero aún nos queda mucho por hacer.
Con todo esto que llevo contado, ya veis que no hay "milagro" Bovalar, que son pequeños avances en plazos muy largos de tiempo, avances que solo se sostienen mientras la administración garantice los recursos, pues cada programa o cada intervención exigen horas, horas que no pueden dejarse al albur de la voluntad, de la entrega o la devoción por el centro. Ya bastantes horas echamos todos más allá de lo obligatorio.
En cuanto al balance personal de este trayecto, quisiera destacar algunas cosas que me hacen sentir especialmente satisfecho. El apoyo de los compañeros/as de claustro en todos estos "experimentos" que vamos lanzando y evaluando, un apoyo sin el cual sería imposible haber conseguido estos resultados. El esfuerzo compartido de mis compañeras del equipo directivo y del resto de colegas que han asumido diferentes cargos y coordinaciones, no siempre debidamente incentivados. La confianza de los tres inspectores/as (y de sus superiores) que he tenido en este período, que no solo nos han apoyado, sino que han ejercido de protectores del proyecto contra viento y marea. La ayuda del
CEFIRE de Castelló para la formación del profesorado, a través de su director
Sergio Mestre y de los demás asesores, especialmente
Rubén Safont. Y claro está, el imprescindible beneplácito del personal de administración y servicios: conserjes, administrativas, educadora, personal de limpieza...
Pero nada de esto tiene sentido si no menciono la fuente de la mayor parte de las satisfacciones de este cargo: el alumnado y las familias. Ya sé que hay familias y alumnos a los que hay que dedicar grandes esfuerzos no siempre reconocidos, pero de verdad, para mí, buena parte de ese "milagro" del Bovalar proviene del alumnado que se siente orgulloso de pertenecer al centro y de esas familias que confían en nosotros para la educación de sus hijos. Una de las medidas que hemos mantenido con especial intensidad es visibilizar las actividades del centro y ser transparentes en su gestión. Es algo a lo que dedico (dedicamos) mucho tiempo, a llamar a las familias, a atenderlas a ellas y a sus hijos en el centro, a dar todas las explicaciones posibles, a facilitar información a través del
Facebook, del
Instagram, de
Twitter... Además de los cauces oficiales (webfamilia Ítaca), muchos de ellos se comunican directamente con nosotros a través de las redes, lo que hace que el instituto se perciba cercano y aumenta la confianza en el centro y sus profesionales. El milagro son ellos, sin duda, porque ¿qué es un centro educativo sin alumnos?
Espero que este curso os pueda contar más cosas de la gestión diaria y también de los problemas: la falta de espacio en el centro, las carencias de personal especializado en convivencia, la burocracia... Tenemos por delante continuar con el TEI, pero también mejorar los protocolos de detección y de apoyo del alumnado con altas capacidades, la formación en atención a la diversidad e inclusión educativa, y un plan lector muy sugerente: Invisibles, las mujeres que la historia nos ocultó. Ya veremos hasta dónde llegamos.