31 octubre 2012

Atrapados en el tiempo


Aunque suene increíble, pudimos volar a lomos de un ave y sobrevivir al encierro en el ascensor de Montesinos, donde unos viejos de la curva se adelantaron al Halloween. Gozamos del éxtasis de los reencuentros y de un hilarante torneo de camisetas bajo una noche toledana en el campo charro. Al despuntar el alba, la Santa Compaña de las TIC se congregó en pleno para celebrar la epifanía educativa en Peñaranda de Bracamonte. Salieron al paso la ilusión, las energías, la humanidad, la innovación, el cariño, la risa, el llanto y, a veces, incluso hablamos del trabajo. Los anfitriones nos obsequiaron como en las bodas de Camacho y hubo ocasión de recomendar lecturas rodeados de bellas damiselas o de escuchar músicas de otros tiempos y otros mundos. Al caer la noche, nuevas tertulias entre callos y mollejas, nuevos monólogos a la gallega y casi nos amanece, que no es poco, atrapados en un tiempo que volvía sobre sí mismo una y otra vez. En un nuevo despertar, ya casi de invierno, la multitud se desvanece entre despedidas y retuits de despedidas. El regreso se desliza a través de los campos de Castilla y las llanuras de la Mancha, con breve posada en un Madrid literario y literato. Anochece. Fundido en negro.


Es imposible conjurar aquí a todos los que hicieron posible la magia de un encuentro. Es imposible mencionarlos con el justo reconocimiento de lo que aportaron. Gracias por la compañía, gracias por la atención. Y hasta la próxima.

P.D: Aunque fuimos al II Encuentro de Buenas Prácticas del CITA-FGSR a contar algo sobre el Quijote sincopado, en realidad quienes aprendimos mucho fuimos nosotros, y volvimos siendo más sabios, al menos en lo humano.

24 octubre 2012

Sesquidécada: octubre 1997

Octubre de 1997 fue un mes de cambios importantes que afectaron no solo a mis lecturas sino también a mi vida personal y profesional. Acabada en julio la carrera de Filología Hispánica, el panorama académico se presentaba un tanto turbio. A pesar de haber obtenido unos resultados brillantes, no había lugar en la Universidad para dedicarme a la investigación. Sé que los científicos tienen razones de sobra para quejarse, pero los especialistas de las humanidades nunca conocimos las vacas gordas (basta con comprobar dónde se publican los mejores estudios de hispanistas, por ejemplo). Sin posibilidades de beca, solo podía optar a seguir con estudios de Tercer Ciclo, es decir, comenzar la carrera hacia un doctorado. Debo decir que aún mantenía vivo el espíritu con el que empecé la carrera y que resume muy bien Antonio Orejudo en su última novela Un momento de descanso:
Filología Hispánica aún no se había convertido en una carrera de saldo, aún no era la licenciatura de los que no pueden estudiar algo más serio por falta de capacidad o de nota media. Cuando nosotros entramos en la universidad, Filología Hispánica era todavía una disciplina en la que se matriculaban no solo quienes no servían para las ciencias, sino también los jóvenes de cierta cultura, chicos a los que les interesaban de verdad las letras, y que habían leído bastantes libros para su edad.
Así que hace quince años, los que celebra esta sesquidécada, andaba tanteando lecturas que me llevasen a un tema interesante para enfocar mi tesis doctoral. Leí las Cartas a Lucilio, de Séneca, por si los clásicos me iluminaban en ese trance, pero la solución fue más prosaica. La catedrática a quien me encomendé, Evangelina Rodríguez Cuadros, me sugirió que investigase sobre la Academia de los Nocturnos. El nombre me llamó mucho la atención, así que me dediqué a leer las Actas de las sesiones para descubrir de qué se trataba aquella misteriosa academia y quiénes eran aquellos Nocturnos.
Palacio de Catalá de Valeriola
Estos señores se reunieron entre 1591 y 1594, en un total de 88 sesiones académicas, en las que se ejercitaba el verso, la prosa e incluso los temas científicos. Fundada por Bernardo Catalá de Valeriola en la ciudad de Valencia, la Academia reunía a algunos de los más ilustres intelectuales de la época, como Gaspar Aguilar, Cerdán de Tallada, Rey de Artieda, Francisco de Tárrega o Guillem de Castro. Se planteaba un tema y los académicos disertaban o recitaban sobre el mismo. Muchos de aquellos textos poéticos fueron recogidos en cancioneros, y es muy probable que Lope de Vega, que asistió a varias de aquellas sesiones, perfeccionase su técnica dramática y tomase prestadas para su poética algunas propuestas estéticas de aquel círculo literario tan activo -recordemos que en Valencia se hallaba uno de los focos de interés teatral más importante de la época-.
Como digo, en aquellos días de indecisión académica, leí las Actas de esta curiosa Academia, recopiladas por José Luis Canet en cuatro volúmenes, editados por la Institució Valenciana d'Estudis i Investigació. No fue una lectura muy provechosa, pues mi ritmo de trabajo y estudio a la vez -y una familia que empezaba a crecer- me impedían avanzar al son que dictaba mi directora de tesis; así que cambié de directora y de tema de tesis, aunque eso pertenece a recuerdos posteriores que ya llegarán. Al menos queda esta nota en el blog para recopilar el nombre de aquellos Nocturnos que, adelantándose a los avatares de Twitter, ya tenían su propio mote que los definía:
Don Bernardo Cathalán (Presidente)- Silencio
El canónigo Francisco Tárrega (Conciliario) - Miedo
Francisco Desplugues (señor de la Puebla) (Secretario) - Descuydo
Miguel Beneyto (Portero) - Sosiego
Gaspar Aguilar - Sombra
Don Francisco Pacheco - Fiel
Hernando Pretel - Sueño
Maximiliano Cerdán - Temeridad
Fabián de Cucalón (señor de Cárçer) - Horror
Gaspar de Villalón - Tinieblas
El dotor Gerónymo de Virués - Estudio
Don Juan de Fenollet - Temeroso
Jayme Orts - Tristeza
Manuel Ledesma - Recogimiento
El licenciado Gaspar Escolano - Luz
Evaristo Mont - Soledad
El maestro Antonio Joan Andreu - Vigilia
El maestro Gregorio Ferer - Industria
Don Gaspar Mercader - Relámpago
Don Francisco de Vilanova - Recelo
Don Guillén de Castro - Secreto
Don Francisco de Castro - Consejo
Don Guillén Ramón Cathalán - Reposo
López Maldonado - Sinzero
Don Thomás de Vilanueva - Tranquilidad
Pelegrín Cathalán - Cuydado
Don Joan Pallás (Barón de Cortes) - Olvido
El maestro Gaspar Gracián - Peligro
Don Mathías Fajardo - Oscuridad
El capitán Andrés Rey de Artieda - Centinela
Thomás Cerdán de Tallada - Trueno
Don Jayme de Aguilar - Niebla
Don Carlos Boyl - Recelo
Pedro Vicente Giner - Cautela
Don Guillém Belvis - Lluvia
Gerónymo de Mora - Sereno
Don Lois Ferrer - Norte
El dotor Joan Andrés Nuñes - Luzero
Micer Joan Joseph Martí - Atrevimiento
Don Pedro Frigola - Espia
Hernando de Balda - Cometa
Estacio Gironella - Resplandor
El licenciado Lorenço de Valençuela - Tiento
Joan de Valençuela - Asombro
El licenciado Bartholomé Sebastián - Estrella
¿Os los imagináis tuiteando sus versos?



17 octubre 2012

Un paseo con Antonio Machado


“Después de la verdad, nada hay tan bello como la ficción”. Juan de Mairena 

Campos de Castilla de Antonio Machado ha cumplido cien años, un siglo lleno de verdades y ficciones. Muchos de los que hemos leído esta obra no sabríamos decir cuánto alberga de verdad o ficción, porque en sus versos, como en la vida, es difícil trazar una frontera entre lo real y lo soñado.
Se cumplen cien años de un clásico y no podíamos dejar pasar la oportunidad de celebrarlo en las aulas como lo haría el propio Juan de Mairena o Antonio Machado -porque, ¿cuál de ellos era el real?- con el proyecto Un paseo con Antonio Machado. A los docentes que quieran unirse a esta experiencia, desde cuatro blogs de lengua, A pie de aula, Blogge@ndo, Re(paso) de lengua y Tres Tizas, les proponemos trabajar la lectura guiada de Campos de Castilla y reconstruir poemas en forma de videoclips poéticos. Para ello tendrán a su disposición un sitio web con las bases del proyecto, el texto de Machado, la guía didáctica, así como un formulario para inscribirse. También tendrán un correo a través del cual resolver dudas técnicas o didácticas y una cuenta de twitter para seguir el avance del proyecto.
Queremos que los jóvenes conozcan la obra machadiana, que la entiendan, que la conviertan en una vivencia propia y personal, que la adapten a nuevos formatos expresivos y que vuelvan a darle valor en nuestro tiempo. Queremos que en ese camino de aprendizaje puedan trazar sus propios pasos y, al volver la vista atrás, hayan podido disfrutar de la verdad y de la ficción, sin fronteras.

Más información:

12 octubre 2012

A los cuatro vientos


Los centros educativos de secundaria de esta comunidad han recibido esta semana los resultados de las pruebas diagnósticas realizadas hace unos meses a los alumnos de 2º de ESO. Personalmente, los datos numéricos carecen para mí de cualquier valor -no creo que necesite decir por qué-, pero resulta revelador que seguimos fallando, dentro del área de comunicación, en la expresión escrita, la destreza que mayor atención metodológica requiere por parte del profesorado. Con los resultados viene, de regalo, la exigencia de elaborar un Plan de Mejora. Comenté en su día la trampa que supone esto de los planes de mejora; de hecho, a finales del curso pasado presentamos uno muy completo al que no han hecho el menor caso, para variar. Reducir recursos materiales y humanos con una mano y reclamar mejoras con la otra es habitual ya en nuestra administración educativa, por lo que no deberíamos hacer demasiado caso a estos tirones de orejas de cara a la galería. Pero lo que resulta preocupante es que el discurso culpabilizador de los gestores educativos haya calado entre el profesorado sin atisbos de crítica. Ante la renuncia a realizar proyectos o a asumir nuevas responsabilidades profesionales, se dice muy a menudo que los docentes queremos trabajar lo mínimo. Es otra de esas falacias que, a fuerza de repetirse, acabará considerándose cierta. Los docentes, muchos docentes, estamos ya trabajando lo máximo, y si ha descendido la calidad de nuestro trabajo es precisamente por eso, porque trabajamos más, no porque trabajemos menos. Pongan ustedes a Ferrán Adrià, por ejemplo, a preparar de lunes a viernes croquetas en la cantina de una fábrica y díganle luego que no saben igual que cuando las deconstruía en el Bulli. Claro que hay profes que han aprovechado estos tiempos de desánimo para bajar el ritmo, pero me atrevería a decir que son los mismos que leían el periódico en clase o quienes se perpetuaban por los siglos de los siglos con las mismas fotocopias (por cierto, no sé cómo habrán logrado algunos hacer menos de lo que hacían...). El resto de profesionales que conozco trabajan ahora más que nunca, con una diversidad inasumible en grupos más numerosos que nunca y con unas condiciones que apenas garantizan llegar al viernes con vida. Como para exigir croquetas deconstruidas...
A pesar de ello, el discurso oficialista sigue transmitiendo que trabajamos poco y mal. ¿Qué podemos hacer para salir de esta batalla entre lo que piensa la sociedad y lo que realmente se vive en nuestras aulas? Para mí, la clave reside en lo dicho arriba: convencer a los ciudadanos de este país de que el descenso de la calidad educativa se debe a que trabajamos más y en peores condiciones. Y esto solo se puede conseguir con técnicas de agitprop, es decir, haciendo visible nuestro trabajo, difundiendo experiencias, contando siempre que podamos lo que hacemos en el aula. Ese fue el espíritu que impulsó el nacimiento de la blogosfera educativa y las redes sociales de docentes. Sin embargo, basta con acudir a un congreso, a unas jornadas, a unos cursillos, para encontrarte con decenas de colegas que te cuentan experiencias que llevan a sus aulas pero que no se atreven a contar en público por miedo a resultar banales o de poco interés. Hay que romper con esos temores y con esos silencios, hay que conseguir que las familias conozcan de primera mano que sus hijos e hijas aprenden y trabajan en clase, que el colegio y el instituto no son guarderías ni almacenes de niños. Si conseguimos esa propaganda positiva, quienes se atrevan a demonizarnos como colectivo tendrán que desmentir también nuestros logros públicos. Esos logros nunca van a conseguirse redactando Planes de Mejora irreales que nadie leerá, sino trabajando más y mejor, en el aula, con el alumnado, con las familas, con los compañeros... sin olvidarse luego de contarlo a los cuatro vientos.

Crédito de la imagen: 'Megaphon