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25 noviembre 2012

Sesquidécada: noviembre 1997


Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Tal vez por azar, esta sesquidécada de noviembre tiene mucha relación con la condición de la mujer y con su lugar en este mundo gestionado por hombres. En aquel lejano noviembre de 1997, uno de los cursos de Doctorado que realicé en mi carrera sin rumbo fijo tenía el apasionante título de "La imagen de la mujer en el Siglo de Oro". Lo impartía Teresa Ferrer y creo que fue el primer trabajo de investigación serio que abordé, y además lo hice con un entusiasmo desbordado. Las primeras lecturas iban encaminadas a mostrarnos los programas de educación de la mujer en el siglo XVI. Los autores de referencia: Juan Luis Vives y Fray Luis de León. Ambos pertenecían al estamento religioso y ambos fueron perseguidos por sus correligionarios. Veamos qué ideas tenían acerca del papel de la mujer.
Juan Luis Vives fue uno de los más lúcidos humanistas del siglo XVI. Tal vez por ello tuvo que marcharse de España, iniciando así una larga nómina de cerebros fugados que llega hasta nuestros días. Tras su éxito como intelectual en toda Europa, sus amigos españoles insistían en que volviese del exilio, pero Vives, que había visto exhumar los huesos de su madre para ser quemados por judaizante, prefirió morir lejos de España antes que convertirse en mártir por decir las cosas claras.
Por lo que respecta a las mujeres, la obra más conocida es Instrucción de la mujer cristiana, dedicada a Catalina de Aragón. Pretendía servir de modelo pragmático de conducta para las mujeres de la clase alta urbana de Europa. En ella se define a la mujer como un ser inclinado al placer sensual, mudable, con inclinación al mal, envidioso, necesitado de amparo... y se dan una serie de recomendaciones para que sea obediente, casta y doméstica. Este programa de educación incluye una serie de lecturas virtuosas para conseguir tal fin: Séneca, Cicerón, San Jerónimo...

Pocos años más tarde, será Fray Luis de León quien vuelva al tema con otra obra similar: La perfecta casada. El público al que va destinada esta obra es también de clase alta y pretende la misma ejemplaridad que Luis Vives. Insiste en los mismos defectos de la mujer: ánimo flaco, inclinada al ocio y al gasto, habladora en exceso, falta de ingenio, rencillosa y falta de cordura y seso. Los remedios que propone van en la línea que ya conocemos: matrimonio, vida ocupada, honestidad, silenciosa, ahorradora... 

Ambos autores toman como punto de partida las cartas de San Pablo Ad Corintios, aunque matizadas con las ideas de Erasmo en la Institución del matrimonio cristiano, también presente en los Coloquios matrimoniales de Pedro Luján.
Con los siglos, la lectura de estos autores tal vez nos parezca rancia y misógina en extremo. Sin embargo, no debemos olvidar, como he apuntado arriba, que los dos fueron personas adelantadas a su tiempo, con unas ideas bastante renovadoras que les llevaron incluso a la cárcel o el exilio. Los programas de ambos sitúan a la mujer en un lugar concreto del mundo, el hogar o la familia, un ámbito reducido sí, pero al menos con unas ciertas atribuciones y poder. Hemos de considerar que 'los otros', quienes dominaban los púlpitos ni siquiera tenían un programa educativo para la mujer, porque para ellos ni siquiera merecían atención por ser seres inferiores. De este modo se explica que, por ejemplo, Giambattista Porta, en su Magiae naturalis, dedicado a Felipe II diga que "las mujeres durante su periodo menstrual pueden infectar los pepinillos y los melones por el mero hecho de tocarlos o mirarlos haciendo que los mismos se marchiten (...) Contaminan con su sangre melancólica a otros seres humanos a través de los ojos...". El fraile Castañega aconseja vestir a los niños con "unos pedazos de espejo pegados a los cabellos sobre la frente" para protegerlos de la mirada de "las viejas que han dejado de purgar sus flores". Gaspar Navarro, en 1631, afirma que "este sexo femenino es más flaco de cabeza y las cosas naturales o ilusiones del Demonio las tienen por del Cielo, y de Dios; sueñan más que los hombres y piensan que son verdades apuradas... son más imaginativas que los hombres, pues como tengan ellas menos juyzio y discurso, y menos prudencia, más se inclina el Demonio a engañar a las mugeres". Estos 'pensamientos mágicos' acerca de la mujer, compartidos por la mayoría de intelectuales del clero, o fuera de él, siguieron dominando el mundo durante varios siglos más, hasta la llegada de la Ilustración.
Por suerte, los programas educativos de los humanistas fueron evolucionando y hoy en día cualquier mujer tiene las mismas oportunidades que un hombre, cobra el mismo salario, tiene la misma consideración social y puede decidir por sí misma sin ser considerada un ser inferior, con lo que la celebración de este día contra la Violencia de Género pronto dejará de tener sentido, ¿o no?

10 noviembre 2012

Hacia un mundo rentable

Daumier: Vagón de tercera. 1875
Algunos dicen que vivimos en la sociedad que imaginó Orwell en su novela distópica 1984. Es cierto que el Gran Hermano está ahí, cada día más poderoso, pero en la ficción orwelliana la Historia se reescribía de manera que el pasado acababa siendo una difusa percepción de la memoria individual, una realidad de la que no quedaba constancia colectiva. En cierto sentido, lo que tenemos ahora es algo más cruel porque sabemos de dónde venimos, por dónde hemos ido pasando y hacia dónde vamos de cabeza, y ese testimonio colectivo no parece importar al Gran Hermano que nos controla, lo que da mucho más miedo. 
En este blog no acostumbro a hablar de política, pero haré una excepción porque veo que el final del camino es terrible para mi oficio y para nuestro futuro como sociedad. Me gustaría no tener memoria, pero lamentablemente conservo vivos recuerdos de otros tiempos y de muchas promesas que se fueron con el tiempo. Por ejemplo, recuerdo que tuvimos una compañía telefónica pública, una compañía eléctrica o una petrolera también públicas. Aquellas infraestructuras y aquellos profesionales los habíamos formado entre todos y beneficiaban a todos. Nos dijeron que su privatización haría que creciese la calidad y bajase el precio. Juzguen ustedes si se cumplió. Aunque yo era pequeño para entender cómo funcionaba, recuerdo que había un banco hipotecario que garantizaba que muchos españolitos humildes, como mis padres por ejemplo, pudiesen comprar un piso sin que los timasen. Acabaron con ello por las mismas razones mencionadas, y ya ven cómo estamos. Privatizaron Iberia, la compañía aérea que habíamos sostenido entre todos y ahora van a despedir a un cuarto de su plantilla. Ya han dicho que solo mantendrán las conexiones rentables, sin tener en consideración que aquella compañía era en su origen un servicio público que habían costeado también las ciudades humildes. El objetivo actual también son buena parte de las líneas de ferrocarril, muchas de ellas ya cerradas desde los años ochenta, a las que se les dará en breve la puntilla. Viajar en tren será muy pronto un lujo al alcance de pocos, y que unirá ciudades con un tráfico rentable, cuando siempre fue un servicio público que vertebró este país. En el fondo, se va descubriendo que no importa mucho la competencia o la calidad, sino la rentabilidad, aunque no sepamos muy bien a quién beneficia realmente esa plusvalía.
Y por fin les llega el turno a la sanidad y la educación. Privaticemos hospitales para que sean rentables, dicen, igual que dijeron con Iberia, Telefónica, Hidroeléctrica... No habrá recorte de servicios, no, de momento. Cuando la memoria pública se vaya borrando, los gerentes de esas empresas nos dirán que no pueden sostener determinados servicios que no son rentables. El Estado dirá que no puede obligar a una empresa privada a ofrecer servicios o a limitar precios. Los enfermos más pobres, los que padezcan dolencias costosas, los que no cumplan el canon serán desterrados. Y de manera individual recordaremos que hubo un tiempo en que los médicos te atendían aunque tu enfermedad no fuese VIP.
¿Hace falta hablar de la Educación? Pronto empezará este proceso, no hay que dudarlo, porque los primeros pasos están dados. De hecho, ninguno de nuestros gobiernos ha apostado firmemente y sin dobleces por una Escuela Pública de calidad. Podemos elegir el paralelismo con Telefónica, por ejemplo: en el futuro, un puñado de empresas educativas coparán el mercado y salir de una para caer en otra será cuestión de ofertas del tipo "traiga sus dos hijos y le cobraremos la mitad por el segundo" o "pruebe nuestro colegio los dos primeros meses gratis y le regalamos una tablet (*)". Podemos compararlo con Iberia: colegios e institutos de marca con buenos servicios regulares y colegios low cost para clase turista con pocos recursos; eso sí, pasados unos años, los colegios que no sean rentables se cierran. Pero, ¿qué otra cosa se puede esperar cuando se gestiona la Educación -o la Sanidad- pensando en la rentabilidad? ¿Cuándo es rentable la Educación? ¿O habría más bien que preguntar para quién es rentable la no-educación? 
Soy consciente de que es esta una nota agorera, pero si no hacemos algo por parar este despropósito, sentiremos en breve la angustia de vivir en una novela de Orwell en la que solo sobreviven los individuos rentables.

(*) Permanencia mínima de dos años. Matrícula de 800 € y cuotas de 900 € a partir del cuarto mes. Penalización por baja anticipada de 2500 € y devolución de la tablet.